De entre todas las estrategias para vender libros, las ferias son una de las más importantes en la actualidad. Cuando yo era niño apenas había alguna, con poca difusión y una asistencia que estaba más bien enfocada a clase media alta, intelectuales, hijos de científicos o académicos.
A lo largo de mi vida como escritor he visto cómo cada vez hay más y muy diversas. Las tenemos en especial en las plazas públicas, en centros culturales, museos y otros recintos, pero también dentro de escuelas, públicas y privadas, de todos los grados académicos y niveles socioeconómicos y culturales.
Los hay en la capital del país y en provincia y se posicionan cada día más en el gusto del público y de las instituciones gubernamentales y asociaciones de editores y libreros, según mi punto de vista, por varias razones.
En primer lugar, porque se basan en el principio de que la gente choque con los libros en la calle o en los pasillos. Esto ya es un éxito, porque el lector ve los libros y se puede acercar a ellos sin necesidad de cruzar el umbral de una librería (o un Sanborns).
Luego es importante que quien venda, tenga la paciencia y la mejor actitud para atender a un público muchas veces lego pero realmente interesado en comprar y consumir la cosa esa llamada el libro. De verdad que aún hay vendedores de libros que alejan a los posibles compradores con su actitud, pero muchos han comprendido la importancia de su trabajo para promover la lectura de la mejor manera que puede ser hecho, por medio de la compra de ejemplares.
Un lector en una feria es una persona que puede pasar largas horas observando, tocando, conociendo libros, charlando acerca de ellos, preguntando, leyendo, comprando. Es decir, que ejerce sus derechos como lector ampliamente.
A las ferias vamos libreros, distribuidores, editores, impresores, autores… Y en general creo que la pasamos muy bien. Es un ambiente natural para los bibliófilos. Ahí vendemos, convivimos, conocemos opiniones y necesidades de los lectores, nos damos cuenta de los errores y aciertos, dialogamos, debatimos, compramos también.
Las ferias de libros son una especie de salones itinerantes para aprender sobre libros y literatura. Aprende desde el más pequeño hasta el más viejo, las amas y los amos de casa, los maestros, los policías, los barrenderos, los vagabundos, los intelectuales petulantes, los funcionarios públicos soberbios, los clérigos y las monjas, hasta los que ejercen el miserable oficio de robar libros.
Hoy 11 de octubre comienza la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México y dura hasta el domingo 20. Es una de las más importantes, comenzando por el lugar en donde ocurre, la ciudad, las fechas. Pero también porque vamos muchos de los mal llamados editores y autores independientes. Desde hace años ha habido un pabellón de esto, que ahora se extiende por varios pasillos.
Dicha sección ha ganado prestigio por varias razones, ente las que destaco las propuestas buenas y nuevas que hay cada año, el diálogo y los precios asequibles. Para quien quiere novedades diferentes a las de las grandes cadenas, hay mucho por ver y leer.
Es un espacio para vivir la vida loca del lector, entre pilas de libros, remates, oportunidades y buen café. Los invito a que acudan, yo estaré en el local 67 de los independientes, junto con Cascarón Artesanal (de Rocato) y Svarti (de Jorge Plata). Tendremos muy buenos libros y mejor plática, allá nos vemos.
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@DanieloZetina