Esta semana puse a la venta los 20 títulos con los que celebro 20 años de carrera y 40 de vida. Por eso el tema de hoy. Porque después de que muchos de esos libros se publicaran en diferentes sellos, decidí retomarlos yo, revisarlos, corregirlos, aumentarlos en cada caso con textos nuevos y ponerlos a la venta. Luego hablaré de estrategias para vender ejemplares de forma personal, ahora me enfoco en el asunto de publicarse uno mismo.
Comencé haciendo mis propios libros por dos razones. Primero, porque en Cuernavaca del 2003 no había editoriales para publicar nuevos talentos, por lo que no podía aspirar a encontrar un editor cerca. Además, mis textos eran breves y estaba seguro de que en general sería difícil publicar en otros lados un libro.
Debo añadir que siempre tuve la inquietud de saber lo que decía el público, enfrentarme a él con mi obra. Como una especie de confrontación del ego, pero también una manera de reafirmarme como autor, incluso como persona, pues crecí como la verdolaga y no tuve grandes tutores literarios (ni los quise cuando pudieron llegar). Quizás por eso respeto y admiro tanto a los lectores.
Entonces, un primer argumento es que autopublicarme me sirvió de forma importante para mi formación. La autopublicación es inmediata, es decir, que no es un mal, sino una característica de nuestra época, digamos desde el posmodernismo hacia el siglo XXI con todos sus nuevos ismos.
Por otro lado, siempre me he mantenido económicamente gracias a mi trabajo. Viví por mi cuenta desde los 17 años y no concibo la vida sin trabajar, aunque mis labores económicas hayan variado abismalmente desde que lavaba autos o vendía en tianguis de pulgas a ahora que me dedico a tiempo completo a mis pasiones.
Con esto de publicarme, me daba yo mismo un producto que vender para obtener un recurso directo. Entre otras mercancías, antes de los libros, vendí alcohol de curación, tamarindo, perfumes y cinturones, desde los 12 años. Es decir, ya tenía experiencia vendiendo y ofrecer algo que yo elaboraba no era para mí ajeno, pues también hice collares y playeras teñidas. O sea, que ahora que mientras escribo lo pienso, vender mis libros es solo una continuación congruente de mis ganas de salir adelante, aunque esto suene ególatra, ni hablar.
De la sociedad en general siempre he recibido una buena respuesta con mis libros en mano. No porque fueran los mejores libros ni las más logradas obras literarias, sino porque, frente a quien trabaja, la gente común y no corriente, suele tener una buena actitud. Incluso, andar por ahí vendiendo mis libros me levantó el ánimo en muchas ocasiones.
La ganancia por vender mis libros ha sido mayor a cuando otros los han comercializado, aun el gobierno. En términos generales, de una edición yo podría cobrar el 10% de regalías, con efectivo o ejemplares. Lo que gano por vender lo mío es superior a ello, además de que el control de la producción está en mis manos; y si necesito más ejemplares, puedo invertir y ver de vuelta una ganancia digna.
Ignoro por qué en el ámbito literario hay tanta gente envidiosa con quien hace sus libros y los vende, aunque comprendo que la mayoría ignoran por completo cómo se edita un libro, mucho menos cómo se vende. Y aquí tampoco presumo, porque aprendí a hacer libros con estudio y muchos años y a venderlos del mismo modo.
Insisto, los únicos que critican a quien se autopublica son otros autores, en especial aquellos que solo publican en sellos de gobierno o mediante subvención oficial, o quienes de plano casi nunca publican. Los pocos escritores grandes que he conocido no ven mal la autopublicación y reconocen el gran trabajo que representa. Por ejemplo, Mario Bellatin, de indiscutible talento, ha decidido imprimir por su cuenta y riesgo decenas de sus títulos. Habrá que preguntarles cómo les ha ido. No conozco otra área en la que autoproducir y vender sean mal vistos.
Autopublicarse es una opción real y efectiva en la actualidad, aunque, insisto, muchos pretendan vivir en la nostalgia de un pasado en que los editores correteaban a los intelectuales para publicar sus libros y venderlos por miles… si es que eso algún día ocurrió. Aunque no hay que confundir la parte con el todo. La autopublicación es solo una de las muchas opciones que tenemos los escritores para diversificar la edición de nuestras obras. Y hay que hacerlo con la mayor dignidad posible, con los riesgos que conlleva, pero también con cierto entusiasmo. Ya hablaré de otras opciones modernas para publicar. Gracias.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
@DanieloZetina