“La desgracia es para Eduardo y su familia, y también para nosotros, que perdimos a un compañero y amigo”.
El mensaje por Whats App advirtió que a las dos de la tarde en la Funeraria Hispano Mexicana de avenida Morelos se iba a dar un pronunciamiento sobre la muerte y circunstancias del “Potro 27” de la policía vial de Cuernavaca, Eduardo Soar Nova López.
El viernes 17 de enero pasado, por la noche, Eduardo se encontraba en la avenida Morelos cuando se enteró que tres delincuentes estaban asaltando a clientes y empleados en la tienda “Veana”, que se ubica en una esquina de esa avenida y la calle Arista.
Al ingresar a la tienda, el agente fue agredido por los asaltantes, quienes lo despojaron de su arma de cargo y le dispararon en la cabeza.
Alrededor de las 19:20 horas se escucharon los disparos, tras lo que las personas comenzaron a correr, entre ellos los homicidas.
Sin embargo, la colaboración de testigos que dieron a conocer las características de los asaltantes permitió el arresto de dos individuos que estarían relacionados con este caso.
En un boletín emitido por el gobierno del rstado, se menciona que aproximadamente a las 19:05 horas se reportó un asalto en dicho establecimiento y el oficial atendió de inmediato el auxilio, pero fue abatido en su esfuerzo por evitar el acto delictivo.
“Sin embargo la oportuna reacción de los efectivos destacamentados en el Centro Histórico de la capital morelense permitió activar un operativo coordinado con la Policía Municipal de Cuernavaca, lo que derivó en la captura de dos de los presuntos responsables, a quienes les aseguraron dos armas, una del oficial y la otra homicida. Ambos serán puestos a disposición de la autoridad correspondiente a fin de que se determine su situación jurídica”.
Por su parte el Ayuntamiento de Cuernavaca emitió un comunicado de prensa en el que daba a conocer el nombre y las circunstancias de la muerte del oficial: “El Presidente Municipal, Francisco Antonio Villalobos Adán expresa sus más sentidas condolencias a la familia del oficial que perdiera la vida actuando con valentía y sentido del deber, y manifiesta su completa solidaridad con sus compañeros dentro de la institución encargada de la seguridad pública en el municipio”, se pudo leer en el documento oficial.
El sábado 18 de enero, a eso de las 13:00 horas, en las instalaciones de la Funeraria Hispano Mexicana, llegamos varios reporteros. En la recepción había un funcionario del ayuntamiento de Cuernavaca que, en cuanto nos vio, se acercó a saludarnos:
“Qué desgracia pero nosotros estamos acompañando a las víctimas como lo ordenó el presidente municipal”, me dijo, sin que le preguntara.
El estacionamiento estaba ocupado por patrullas que, conforme transcurría el tiempo, se instalaban sobre las calles aledañas. Los policías llegaban de azul, en su mayoría, muchos con uniforme limpio y nuevo, su apariencia era impecable. Iban con los gestos tristes y hablaban en tono muy bajo.
En las pláticas de grupitos los oficiales referían que Eduardo, de 42 años de edad, con 13 de la policía y una carrera técnica y licenciatura, era un buen elemento, amigo, siempre estaba de buen humor “y eso es muy valioso entre nosotros que siempre andamos con la adrenalina en las venas… el cabrón se quitaba la comida de la boca para dárselo a sus compañeros”.
Coronas de flores de diputados, políticos, funcionarios y comerciantes del mercado Adolfo López Mateos fueron puestas en la entrada de la funeraria:
“Era muy querido por los comerciantes, por la gente, por sus compañeros; vinieron a verlo y a dar las condolencias compañeros jubilados y antiguos jefes, nos va a hacer mucha falta nuestro amigo y compañero”, comentó un oficial.
A eso de las 13:45 llegaron cerca de 20 policías viales (de blanco y azul) y estacionaron sus motocicletas sobre avenida Morelos, frente a la entrada de la capilla ardiente y avanzaron a la entrada en donde Vanessa, una mujer pequeña, pelo chino, rubio, recogido, vestida de negro recibía, llorosa, las condolencias. Después, los oficiales entraron a la sala 2 de velación y se turnaron para hacer guardias de honor. El funcionario del Ayuntamiento los siguió.
Pasaron las tres de la tarde y nadie bajó a darnos la información prometida: “están arriba, no los dejan salir, vieron a los reporteros y no quieren que digan nada”, dijo un policía. Nos retiramos del sitio.
Minutos después, me llegó un texto en el que exigen a la autoridad “su obligación como patrón y que cumpla con la ley de prestaciones de seguridad social del sistema de seguridad públicas, que se garantice el seguro de vida, uniformes, apoyo para gastos funerales, jubilación y pensiones por defunción, armamento, uniformes y equipo de protección”.
En una llamada telefónica, un agente policiaco que me pidió no dar su nombre, me contó que a los policías viales les falta equipo, tiene patrullas sin entregar, armas resguardadas, no los llevan a prácticas de tiro, no tienen chaleco antibalas o están ya muy viejos, ni cascos, y una de las cosas más graves es que no tienen radios para una comunicación inmediata:
“Si hubiera tenido un radio para pedir ayuda hubiéramos llegado de inmediato, pero perdió tiempo usando el celular y eso fue una situación fatal; no debió pasar pero pasó, la desgracia es para Eduardo y su familia, y también para nosotros que perdimos a un compañero y amigo. Ojalá refundan a esos hijos de su puta madre que lo mataron”, reclamó.
Vamos a acompañar a nuestro compañero y amigo, mañana domingo, a su última morada, a la una salimos de la funeraria en un recorrido desde la avenida Morelos, zócalo hasta la Carolina, y a las dos de la tarde en Papagayo para un homenaje, a las tres y media misa de cuerpo presente en el panteón de La Paz y a las cuatro es la inhumación.
De todas estas imágenes y palabras me llevé la de la esposa del oficial caído cuando recibía a los potros que llegaron acompañar el cuerpo del Potro:
“Me levanté por la mañana, pidiendo a Dios que todo fuera una pesadilla, pero no, él ya no estaba. No se había levantado ni se había vestido y no se había ido a trabajar como todos los días”, y rompía en llanto.