La dependencia dio a conocer a todos los estados la importancia de difundir las características para su diagnóstico adecuado además de prevenirla. Señaló que “es una enfermedad en la cual el sistema inmune crea un proceso inflamatorio crónico en articulaciones, esto se traduce en un daño a la estructura del hueso, tendones y ligamentos”.
Refirió que especialistas como Gabriela Huerta Sil, médico adscrito al Servicio de Reumatología del Hospital General de México, han establecido que el citado padecimiento, “se presenta hasta en 1% de la población con mayor frecuencia en mujeres, al afectar a tres de ellas por cada hombre. Aparece entre 30 y 40 años de edad, sin embargo es posible que se desarrolle antes de los 16 o incluso después de los 60 años”.
La especialista aseguró que las principales causas son la predisposición genética, factores ambientales como virus, bacterias, hongos, cuestiones hormonales y de neurotransmisores.
Es problema sistémico, es decir, en algunos pacientes puede haber afección a otros órganos distintos a articulaciones como pulmón, hígado y riñón.
Explicó que la artritis reumatoide se acompaña de dolor en articulaciones, inflamación predominantemente en manos y se presenta de forma simétrica y bilateral, hay rigidez al levantarse y fatiga aún sin haber realizado actividades que requieran gran esfuerzo físico.
Es posible que además haya limitación de movimiento y en quienes la enfermedad evoluciona un poco más, pueden llegar a tener deformidades o discapacidades.
El diagnóstico de este padecimiento se establece con la realización de una evaluación clínica completa del paciente tomando en cuenta los síntomas, exploración física y datos clínicos secundarios a las deformidades que pueden presentarse.
Posteriormente se llevan a cabo estudios en los que se debe encontrar la presencia del factor reumatoide positivo, autoanticuerpos, se evalúa la presencia de alteraciones en glóbulos blancos, plaquetas y cifras de hemoglobina, se hacen pruebas de función hepática y renal, además de las radiografías.
Es una enfermedad discapacitante y eso es lo que se busca evitar con medicamentos, diagnósticos y tratamientos oportunos, para que no limiten la función de la persona.
No obstante el pronóstico es bueno cuando se detecta en etapas tempranas, incluso los enfermos pueden llegar a tener una vida normal sin deformidades y realizar actividades y deportes de su preferencia.
Gabriela Huerta señaló que no hay cura para este padecimiento, sin embargo, el panorama del tratamiento en pacientes ha mejorado en los últimos años debido a medicamentos modificadores de la enfermedad, los cuales se administran vía oral. También influyen las terapias biológicas que intentan ir al blanco de las células que causan la inflamación.
Finalmente comentó que la rehabilitación física es parte fundamental del tratamiento una vez que los pacientes salen de la crisis habitual. Son terapias físicas en las articulaciones, tendones o ligamentos dañados y en los que no hay movimiento, con ello se recuperan y contribuye a aminorar el dolor”.