No conozco a nadie que se haya mantenido libre del impacto y la influencia de los tapabocas. Me declaro parte de la neurosis colectiva. Mis mecanismos de defensa me subieron a la ola del fanatismo neurótico, allí donde el ser humano deja de pensar y se convierte en un robot.
Hay una grieta imposible de llenar con distracción y la angustia se hace presente al ver que el mundo se encuentra amenazado por una enfermedad que ataca a todos los seres humanos. Se trata de un virus que ha cobrado cientos de miles de vidas. Sin embargo, hubo marcas de “gran prestigio” cuyo nivel de avaricia se desbordó.
Grandes diseñadores estuvieron dispuestos a vender su alma al diablo a cambio de sacar ventaja del sufrimiento humano y hacer de los cubrebocas una prenda de moda. Por favor, tantito respeto, tenemos que entender que estamos viviendo una PAN-DE-MIA, y que no podemos olvidar y dejar de honrar la memoria de las personas que han muerto a causa de este virus, haciendo una moda de ello.
Los cubrebocas están diseñados para evitar que se propague el virus a otros o que se exponga uno mismo al virus, no para mostrar estatus o clase social. Nosotros decidimos qué hacer ante las situaciones que enfrentamos y me queda claro que tenemos la capacidad de elevarnos por encima de las condiciones biológicas, psicológicas y sociales y a la vez trascender.
Entonces, es necesario entender que no hay cabida para “el querer pertenecer”. Dejemos de esconder nuestras inseguridades tras esos cubrebocas de “moda”.