Cuernavaca, Morelos es una ciudad mayormente turística, principalmente nacional y a través de los años “Cuerna” -como coloquialmente la nombramos- ha sido de referencia como epicentro de descanso. La cercanía a la metrópoli más importante del país, la ahora Ciudad de México, la ha colocado como principal destino del capitalino y alrededores. Su clima subhúmedo y su vegetación y temperaturas estables son su mayor referente.
A Cuernavaca se le conoce como la ciudad de la “eterna primavera”, algo que hoy en día ha cambiado un poco gracias a la contaminación y a la alta densidad en la que habitamos, pero la ciudad se la ha etiquetado así por cuestiones culturales e históricas. Hernán Cortés el conquistador de México tenía su palacio de fin de semana en esta misma ciudad. Erich Fromm, psicólogo alemán, Alfaro Siqueiros, muralista mexicano, Rufino Tamayo, pintor mexicano, María Félix, actriz, Diego Rivera, muralista, etc. Incontables pensadores, escritores, pintores, hasta científicos han vivido en Morelos, por la conectividad con la capital y los beneficios que ofrece.
Todos ellos forjaron la identidad temprana de Cuernavaca y forman parte de la historia de nuestro estado. Pero la interrogante hoy en día es si eso nos beneficia, más allá de ser un referente histórico.
Al ser tachada de ciudad de fin de semana ha hecho que la urbe no prospere como tal. Posiblemente mi opinión sea un poco subjetiva, pero desde mi perspectiva hay varios puntos que hacen que Cuernavaca no prospere, llámese delincuencia, corrupción y hasta la misma topografía de la ciudad hacen de ella una urbe complicada de sobresalir, pero mi punto no va por ese camino, ya que en otros artículos lo he podido explicar a fondo.
Nuestra ciudad entra en un trance de “pasividad política”, es una ciudad en la que pasa todo, pero a la vez no pasa nada.
Me explico: pasa de todo en cuestión de problemas nacionales, delincuencia, corrupción, falta de apoyos gubernamentales, desastres naturales, intervenciones urbanas mal logradas, pobreza, desigualdad, desempleo, dificultad para el acceso a alimentos, comunidades enteras sin agua y drenaje, etc. y por el otro lado no pasa nada, no vemos obras de infraestructura de influencia nacional, no tenemos conciertos de 20 mil personas, no tenemos exposiciones relevantes donde tengamos visitantes de otros estados, no hay políticos con sincera voluntad social, no tenemos dignos espacios públicos.
Es más, no tenemos ni banquetas, no hay cambios complejos en los planes de desarrollo urbano que generen usos mixtos de suelo con densidades más altas, no tenemos un restaurante con estrellas Michelín o de renombre mundial y lo poco bueno que tenemos el gobierno lo privatiza, lo concesiona o lo restringe al pueblo.
Por pesimista que suene lo anterior, no hay otra manera de decir la verdad. Por supuesto que estoy consciente de lo bueno que existe en Cuernavaca; de hecho, soy un amante de mi ciudad y por lo tanto me duele ver el estancamiento de ella.
Como gobierno y sociedad debemos cuestionar el pasado, tomar las herramientas correctas y reconstruir una nueva identidad, porque desde mi punto de vista ser “la ciudad de fin de semana” le ha hecho mucho daño.
Tenemos que volver a la promoción cultural del estado, traer inversión a partir de buenas campañas políticas, reestructurar todos los planes de desarrollo social y urbano y, por supuesto, esto no puede existir sin voluntad política, ¡no más fines de semana! Hagamos de Cuernavaca una ciudad cultural, prospera, ferviente y contemporánea.