En el artículo anterior conocimos un importante elemento de la ciudad, “la senda” que, como vimos, es un término acuñado por el urbanista Kevin Lynch en su obra La imagen de la ciudad. En efecto, nos adentraremos a otro elemento urbano también acuñado por Kevin Lynch en la misma obra antes mencionada. Sin embargo, en mi opinión, es uno de los elementos que más controversia llega a tener en las ciudades, “el borde”.
Pero, ¿qué es un borde? Acorde a las palabras de Kevin Lynch, el borde son aquellos elementos lineales que no son considerados sendas; son por lo común, pero no siempre necesariamente, los límites entre zonas de dos clases diferentes. Obran como referencias laterales o rupturas de una continuidad circulatoria. Son vallas más o menos penetrables que separan una región de otra, por ejemplo: vallas perimetrales de un sector, fronteras, playas, barrancas, cruces de ferrocarril, extensiones largas de muros, entre otros.
El borde es un elemento tan controversial por la situación geográfica y social en la que se encuentra. Este concepto puede llegar a ser tan malo y bueno para un contexto urbano.
Cabe aclarar que lo que a continuación describiré es mera opinión personal, ya que por el contexto en el que habito mi experiencia es única y por supuesto que en otras ciudades el borde llega a visualizarse y proyectarse de una forma totalmente aislada a la que se vive en mi ciudad.
Retomemos nuestro contexto, en este caso, Cuernavaca, Morelos. Aquí el borde es muy particular, ya que por la topografía accidentada de la ciudad nuestro contexto se hace único gracias a los elementos que la conforman.
De lo más destacado están las barrancas que cruzan la ciudad y, como algunos sabemos, estas conforman el perfil urbano y regulan el clima de la metrópoli.
Al estar inmerso en la ciudad se visualiza como un borde ya que este es nulamente impenetrable y separa regiones urbanas considerables, pero negativamente también separa clases sociales, reforzando aún más la situación negativa del borde. La interrogante está en cómo romper ese esquema social que nos ha impuesto la teoría urbana. Si bien es algo que separa y aísla, entonces ¿Cómo podemos unirla sin llegar a la desigualdad?
Con el paso de los años han existido diferentes proyectos realizados por universidad de arquitectura, investigadores, urbanistas y arquitectos, sin llegar a concretar nada, todo queda en el papel.
Desde mi perspectiva la solución no se basa en el proyecto, la solución se encuentra en la gente misma, en escuchar, aprender y ejecutar en conjunto con las comunidades para así realmente crear lazos que consoliden una ciudad resiliente. La conclusión es querer dar a entender que por más que se fomente la cultura urbana o la creación de nuevas teorías, estas jamás van a llegar a nada sin la inclusión de la gente en los procesos creativos. Pensemos menos en el ego y más en tirar bordes que dividan las clases sociales.