La casa está sobre una pequeña cima rodeada de árboles y cientos de plantas, abunda el aire fresco; llegué por un camino angosto de piedra, cruzando un río. Vive con calma, oye música y pinta con perseverancia, es concienzudo, posee un temperamento que desciende de antiguas raíces europeas y, su rostro, ojos, y voz departen cortesía, es afable. Llegó hace 63 años de un país que tiene nombre de mujer, pequeño y de linaje celta, tierras que protegieron a la tribu Helvetii. Hoy colinda con galos, italianos, germanos y austriacos. Es coterráneo de Klee, Giacometti y Tinguely.
Me recibió en el pórtico de su morada, las limitaciones actuales condicionaron nuestro encuentro, motivo inicial de una charla que duró lo necesario; coincidimos que la vida es otra, no sacamos conclusiones, las intuimos. Es sabio porque sabe escuchar, la tesitura de su voz es grave y dulce, aún mantiene una cadencia gutural de quién no es su lengua materna la que habla; yo hice mi mayor esfuerzo para detener el creciente fluir de mis palabras, los nombres de Antonio Souza, Juan Martín, Manuel Felguérez, Enrique Guzmán, algunos otros personajes y eventos como “Confrontación 66” y la “Exposición Osaka de 1970” salieron a flote. Después de un silencio que nació a tiempo, acometí la propuesta que me llevó a visitarlo; la respuesta fue entusiasta sin evidencias, la percibí porque relajo su cuerpo como cuando te dan una caricia en la mejilla.
Observé pigmento en sus ojos, en el overol; la vida de Roger, cual paleta de colores, ha creado miles de lienzos bañados de formas e historias interminables. Los párpados cansados han crecido como sauces llorones, pero la mirada azulina relumbra de vitalidad a pesar de que faltan pocos años para que cumpla 90. No hubo lugar para preguntas sobre cuándo, cómo y porqué, sin embargo, me permitió asomarme a una diminuta parte de él.
Es uno de los cuatro pintores que aún viven de los 14 que participaron en la exposición “Ruptura. 1952-1965”, los otros son Arnaldo Coen, Luis López Loza y Vicente Rojo. Su gama ha virado sutilmente, pero no cesa de explorar nuevas rutas; a pesar de ello sus manos aún mantienen la firmeza del trazo, la sutileza de la línea y la riqueza del color.
En esta trama de conjeturas sobre el futuro, la realidad guarecida y los rostros cubiertos, es urgente mirar la obra de quienes trastocan la realidad para hacerla más amable, vivible, suave. Por ello, un lugar emblemático de Tepoztlán presentará una exposición intitulada Abstracción Orgánica. Muestra conformada por veinte gráficas de mediano formato, siete obras de caballete y algunos dibujos. La temática de Roger von Gunten se colorea de luz de sol, arcilla, tierra, imprimatura vegetal, bocanadas de aire, cielo y agua. Las siluetas, formas y volúmenes que construyen sus manos abarcan la insinuación del desnudo, la sensual cordillera de los cuerpos. Y en su juego iconográfico, cual niño con pincel aparecen pericos, peces, duendes, triángulos escondidos, primaveras, atardeceres y cabañas; playas ocultas, paisajes, frutos, volcanes, barcos, perfiles y águilas que surcan el horizonte.
Roger es, sin duda, un artista comprometido con la pintura. Podrán visitar esta exposición a partir del 27 de noviembre de este año, y hasta el 29 de enero del 2021 en la “Posada del Tepozteco”. Una iniciativa por hacer del arte una posibilidad para conquistar un nosotros, si, el plural en el cual quepan todos, un aliento por sembrar la tierra de esperanzas. ♦
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