Ayer mi hija de 16 años me dijo que tenía que hacer un trabajo escolar sobre la escritora francesa, Simone de Beauvoir. La próxima semana tiene que entregar un ensayo sobre su vida y obra y saber explicar en clase cómo esta mujer revolucionó el feminismo. Comentó que había escogido a de Beauvoir porque le era muy familiar escuchar sobre ella en casa.
Tengo que confesar que una sensación de felicidad viajó dentro de mis venas. Me queda claro que los niños siempre están alerta y pendientes de aquello que al parecer no le ponen atención. Saber que de alguna manera u otra he podido transmitirle a mi hija curiosidad y admiración por mujeres que han sido libres y dueñas de sí mismas me ha llenado de orgullo. Hoy a su corta edad tiene la posibilidad de discutir un libro que mantiene plena vigencia 70 años después de su publicación.
El Segundo Sexo es una obra brillante y bien articulada que se encuentra, hoy, en las manos de mi hija. Ese libro ha llevado a miles y miles de mujeres a cuestionamientos filosóficos y a movimientos políticos y sociales que hasta el día de hoy siguen vigentes. No por nacer mujer se está determinada a llevar un estilo de vida impuesto por la sociedad.
Mi hija sabrá que siempre tendrá nuevas posibilidades y podrá abrirse nuevos horizontes de libertad, que por el hecho de ser mujer no tiene que comprar ningún modelo de vida determinado.
El ser mujer no determina ni sus sueños ni el lugar que quiera alcanzar en el mundo. Hoy tendrá la libertad de ir más allá de cualquier prejuicio irracional que se le ha infundido a los chicos. Hoy también va a tener una visión mucho más clara para poder juzgar y revisar los estereotipos con los que nos educan y con los que nos han criado. Hoy puedo sonreir y decir que mi hija se ha dado cuenta que tiene unas alas enormes.