El Códice Tamoanchan, el punto de no retorno, título y subtítulo de la novela juvenil de Juan Carlos Velázquez Casillas, nos ubica en un contexto de amistad entre jóvenes adolescentes y niños del siglo XXI que aceptan el desafío de descifrar un antiquísimo mensaje prehispánico, asumiendo la misión de darlo a conocer a todo el mundo.
A manera de introducción, el autor nacido en la Ciudad de México y arraigado en Morelos desde su niñez, ingeniero industrial y de sistemas con maestría en Sistemas de Calidad, expone a manera de bienvenida, el tan conocido poema atribuido a Nezahualcóyotl “Mi hermano el hombre” en náhuatl y español, marcando desde el inicio cuál será el ambiente escénico de las acciones así como la inspiración intelectual de las reflexiones que integrarán las emocionantes aventuras de los personajes.
El detalle con el que Velázquez Casillas describe las zonas arqueológicas de Morelos con sus características formales aunado a la licencia novelesca que le da la libertad de generar idealizaciones, entrelaza datos veraces de fuentes especializadas como León-Portilla y López González, para compartir datos veraces respecto a simbolismos y significados, teniendo la virtud de evocar de manera simple la complejidad de la cosmovisión prehispánica, como cuando aborda el tema del sistema calendárico explicándolo y relatando la importancia de Xochicalco como sede del encuentro de astrónomos mesoamericanos, por citar un ejemplo de las valiosas aportaciones, ilustrándolas además con reproducciones autorizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
El Códice Tamoanchan es la primera obra literaria de Juan Carlos Velázquez Casillas, compuesta de 378 páginas dividida en 24 capítulos, un epílogo y un sorprendente capítulo cero, titulado El Portal; y lo cito porque está escrito cual filigrana de afortunada integración de solemnidad y espiritualidad que describe un místico ritual cuya evocación es tan escrupulosa y rica en detalles que, no solo engancha al lector que le da todo lo necesario para que con la imaginación, se convierta en testigo del relato.
La capacidad narrativa del autor nos mueve de un estado emocional a otro mediante el recurso de la sorpresa y la tensión del misterio. En la urdimbre y trama incluye matices de fantasía, inesperados saltos en el tiempo, así como la inclusión de personajes históricos del pasado que interactúan con los del presente. Las descripciones costumbristas y diálogos con sentido del humor, tan naturales según las diferentes edades de los personajes, facilitan la identificación con ellos.
Página tras página de forma amena y sencilla, encontramos información sobre la cultura originaria de México en general y de Morelos en particular. En ellas se encuentra el origen de la flor de Nochebuena, el proceso del papel amate, la milpa, el azaroso descubrimiento de la pirámide de Teopanzolco y anécdotas verídicas de personas importantes que han habitado o escrito sobre Morelos y Cuernavaca como Julio Verne, Humboldt y otros más, que dieron testimonio de su clima, flora, belleza e historia.
Y si esto es importante para crear un sentido de identidad nacional, conciencia y conocimiento del patrimonio tangible e intangible, la principal motivación de Velázquez Casillas para escribir la novela se encuentra en el ámbito de la formación de los valores humanos. En sus palabras me comenta: “siento el compromiso para con las nuevas generaciones, de dejarles un legado el cual comprenda no solamente la conservación de nuestras maravillas naturales, sino que también de aquello que nosotros heredamos a su vez de nuestros mayores como la cultura y tradiciones”.
El autor, basándose en la hipótesis de Francisco Plancarte y Navarrete acerca de que gran parte del territorio que comprende el actual Estado de Morelos formaba parte del mítico Tamoanchan, paraíso terrenal origen de todas las culturas y del hombre, la toma como epicentro de la misión y, al desdibujarse la barrera entre la realidad literaria y la realidad de quién lee, nos hace partícipes de la historia, cómplices y actores, sin exclusión alguna.
El Códice Tamoanchan, el punto de no retorno, está escrito para convertirse en inspiración y acción. Dirigido a los jóvenes adolescentes en primer lugar, pero también para el público en general porque para todos hay algo que aprender y atesorar, reflexionar y practicar, como la ecología, la sana convivencia entre hermanos, la importancia de escuchar tanto a los niños como a los mayores, el ingenio de la mujer, la sabiduría de nuestros abuelos, la dignidad humana y el significado de la amistad.
En síntesis, es una obra que apuesta por la esperanza y la urgencia de hacer posible el restablecimiento del equilibrio del mundo y de la vida, mediante la creencia en el amor y el compromiso de amar.
*Fernanda Deschamps es pintora e Historiadora del Arte.
Cuernavaca, Morelos. Abril 2021
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