También se busca la preservación de otras especies.
La Comisión Estatal de Biodiversidad (Coesbio) y la fundación Karma notificaron que existen indicios de la presencia de ocelotes, un grupo de felinos silvestres conocidos cuya presencia se ve amenazada por los perros callejeros, por lo que la institución estatal lleva a cabo un programa de control canino en la Sierra de Montenegro.
Mónica Elena Flores Ceniceros, directora general de la Coesbio, informó que a finales de este año se llevó a cabo la segunda jornada de esterilización y vacunación de perros silvestres en la reserva natural protegida Sierra de Montenegro, la cual está conformada por una zona que comprende parte de los municipios de Jiutepec, Yautepec, Emiliano Zapata y Tlaltizapán.
La especialista, explicó que con la extensión de algunos asentamientos humanos en el área periférica, llegan como fenómeno natural los perros, que en condición de calle se reproducen y conforman jaurías que carecen de cuidados y cuya presencia se extiende.
Estos grupos implican varios peligros para la fauna silvestre, particularmente el riesgo de contagio de diversas enfermedades, incluida la rabia.
Comentó que junto con la Fundación Animal Karma, se realizan jornadas de vacunación y esterilización, la segunda de las cuales se desarrolló en Tepetzingo, municipio de Emiliano Zapata, a finales de noviembre. Tan solo en la primera campaña se alcanzó a vacunar y esterilizar 290 perros, lo que da cuenta de las dimensiones del problema.
Destacó la importancia de esta labor en la Sierra de Montenegro porque en esa zona protegida se registraron indicios claro de la presencia de ocelotes, mediante la instalación de cámaras trampa; La citada Fundación intervino, pues se considera que hay al menos una familia o grupo de estos felinos, cuya especie está protegida.
Según la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, el ocelote es una de las seis especies de felinos que se distribuyen en México, incluyendo al jaguar, puma, jaguarundi, gato montés y el tigrillo.
Es una especie reguladora del ecosistema -perseguida para fines comerciales debido a su piel- y un agente importante en la naturaleza como controlador del tamaño poblacional de las presas pequeñas y medianas de las que se alimenta.
El tamaño del L. pardalis es intermedio entre las especies grandes, como el jaguar o el puma, y las pequeñas, como el margay y el yaguarundí. Tiene una cabeza pequeña, de color café con pequeñas motas, dos franjas a cada lado de los cachetes y de cuatro a cinco bandas negras paralelas a lo largo del cuello, así como orejas cortas, anchas y redondeadas.
Su pelaje se caracteriza por tener manchas o rosetas en forma de anillos alargados en los costados y se compactan en las patas; tienen bordes de color pardo o negro con centros más claros que el resto del pelaje y puntos o motas negras al interior (https://www.gob.mx/profepa/articulos/ocelote-leopardus-pardalis?idiom=es)
El primer registro claro de la presencia de dicha especie en Morelos se dio en la reserva Sierra de Montenegro, que cuenta con una superficie de siete mil 724.85 hectáreas y es uno de los últimos y mejor conservados reductos de selva baja caducifolia en la entidad.
En sa çarea coexisten especies protegidas, como la iguana negra o garrobo (Ctenosaura pectinata).