El lunes 24 de enero de este año, a las 9:20 horas, una jauría atacó a un perro en el Jardín Juárez del Centro de Cuernavaca. Los 11 perros callejeros que seguían a un indigente conocido como El Rastas, se lanzaron contra el animal solitario y lo mordieron varias veces en distintas partes de su cuerpo. Varios transeúntes defendieron al animal, uno de éstos se quitó el cinturón y correteó con él a los canes, que se alejaron con su acompañante.
@uniondemorelosoficial ESTO PASÓ EN PLENO CENTRO DE #CUERNAVACA 🐶💥🐶Jauría ataca a 'Chiquínquiro', el #perro ♬ sonido original - uniondemorelosoficial
El animal se alejó cojeando, lastimado, y se perdió entre las calles del centro de la ciudad.
El hecho fue documentado por medio de un video que se subió a la página de La Unión de Morelos, y llamó la atención sobre manera porque, más allá de un ataque de perros o pleito de perros, el can es muy conocido en el primer cuadro de Cuernavaca.
Chiquínquiro
Jueves 27 de enero, después de una ausencia de dos días, el animal regresó al Jardín Juárez.
Este perro de estatura mediana que debe rondar los diez años es de raza criolla, de color blanco con manchas amarillas; algunos reporteros lo bautizaron con el nombre de Chiquínquiro (en lengua nativa de Colombia Chiquinquirá o Chiquinquira significa lugar de adoración a los dioses).
El solitario perro solidario
Hasta este punto nada de extraordinario tiene un perro, de nombre Chiquínquiro, que habita en un jardín público y es atacado por una jauría y defendido por transeúntes.
En México y en varias partes del mundo, cuando hay personas agrupadas de manera permanente o pasajera, hay perros; y donde hay pobres hay más perros.
Así lo consignan las pinturas rupestres localizadas en España, que datan de hace más de ocho mil años, y así lo muestran los libros que escribió Rius (Eduardo del Río).
En las paredes de las cuevas los hombres de la prehistoria plasmaban lo más importante de sus actividades y dibujaban a los perros en acciones de cacería y pastoreo; Rius integró a los perros en sus historietas (o comics) en todos los aspectos sociales, forman parte del escenario. Con frecuencia aparecen levantando la pata para orinar, incluso en muchas ocasiones hablan para opinar, generalmente de política. Los perros de Rius son corrientes, o criollos, como se les dice.
Lo raro del perro del Centro (y hasta asombroso), es que acompaña a todas las manifestaciones que ocurren en el primer cuadro de la ciudad. Marcha con los maestros, con los trabajadores, con las feministas, con las víctimas, con los usuarios afectados por los impuestos; el animal se solidariza con todas las personas que tienen una queja o que exigen el cumplimiento de alguna promesa o un derecho.
De esto han dado cuenta los propios manifestantes, que ven gracioso al cánido caminando con ellos o acostado con los testículos al aire (otra forma más natural de protesta) cuando se paran o se sientan y bloquean las calles y avenidas.
Foto: Silvia Lozano
Silvia Lozano, reportera y fotoperiodista de La Unión de Morelos, ha documentado la presencia del animal en las protestas.
Por si fuera poco, el perro ladra de una manera escandalosa a las patrullas con policías o a las camionetas de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano.
Algunos reporteros ha, sugerido que se le ponga un collar y se le inscriba la palabra “PRENSA” o mejor aún: “PRENSA. REPORPERRO”.
Cuando las manifestaciones terminan, el chucho regresa a su lugar preferido: la esquina que forma la calle Gutenberg y Guerrero, en la esquina del Jardín.
Muy sociable
Chiquínquiro es muy sociable. Mueve la cola a quienes se le acercan para acariciarlo y se deja tocar la cabeza y el lomo; socializa con perros más pequeños que él y ladra a los callejeros que quieren atravesar su territorio.
Al menos cuatro personas -dos adultos mayores, un muchacho y una chica- proveen al animal de comida y agua, lo pasan a alimentar durante el día.
Una de estas personas que le da de comer es Carmen Salmerón, bióloga, laboratorista, que trabaja en un laboratorio frente al Jardín Juárez.
En entrevista, dijo que le lleva comida al Güero (como ella llama al can).
“Tiene como un año que lo conozco, lo vi ahí, en la mañana, y le pregunté al tamalero de quién era el perro y me dijo que no sabía. Entonces yo le comencé a dar croquetas y sobres de comida y eso hago todos los días, excepto los sábados y domingos, que no vengo a trabajar y entonces me preocupo y me pregunto quién le da de comer al Güero el sábado y el domingo”.
Carmen dijo que tiene una perrita que recogió y ama a los animales, que sus padres le enseñaron a querer a los animales: son seres que tienen sentimiento como nosotros.
“El Güero es un animalito bien noble, no lo maltraten, no muerde ni nada. Debemos respetarlo, no debemos maltratarlos. Cuando lo veo, me anima. Yo soy feliz dándole a la gente y a los animales”.
El origen
Chiquínquiro llegó al centro de la ciudad con la oleada de pobres que acarreaba Antorcha Campesina.
Seguramente alguien lo conoció cuando era cachorro, pero se le perdió en la memoria, como tantos animales que nacen en la calle, mendigan y mueren en la calle y no llegan ni a recuerdo.
Lo que se sabe y se tiene documentado es que en julio de 2020 ya andaba en el centro de la ciudad, acompañando a los manifestantes. Chiquínquiro y otros perros le daban el toque de pobreza a estas manifestaciones.
De ahí en adelante, el perro comenzó a marcar su territorio. Poco a poco se fue metiendo en la mirada de las personas y se fue ganando su confianza, hasta convertirse en el perro del Centro de Cuernavaca.
Chiquínquiro, la reencarnación de El Manchas
El Manchas
Chiquínquiro podría ser la reencarnación del Manchas.
El Manchas fue parte de los personajes urbanos del centro de la ciudad. Murió el 29 de septiembre de 2015, de un infarto al corazón, según Paula Beatriz Ortiz Aguirre, quien lo conoció muy bien.
En 2015, ella relató que tenía tres perritos adoptados de la calle a los que paseaba por la ciudad. Todos los días el Spaghetti se paraba frente a la casa de Paula Beatriz y cuando ella y los animalitos salían a caminar él los acompañaba por todo el centro, como protegiéndolos, hasta que terminaban y se regresaban a la casa de Beatriz. Una vez que entraban, el Manchas se iba a la calle, y así todos los días. “Hace como siete años, una noche lluviosa del mes de octubre escuché que alguien raspaba mi puerta, abrí y era el Manchas, estaba todo empapado, lo dejé entrar y lo sequé y desde ese momento adoptó mi casa para ir a pasar la noche. Todos los días salíamos a caminar y regresábamos y el Manchas se iba hasta la noche que llegaba y tocaba y yo le abría para que durmiera adentro”.
A principios de 2014 Paula Beatriz Ortiz Aguirre platicó que un día se encontraba en su casa porque recibía un tratamiento contra el cáncer recién diagnosticado: “de pronto comencé a asfixiarme. No tenía fuerzas para pedir ayuda, ni para salir a la calle. Manchas y los demás empujaron la puerta y salieron a pedir auxilio a la calle y unos vecinos me atendieron. De no ser por África, Canela, Estrella. Nicolás y el Manchas yo me hubiera muerto. Lo extraño es que nunca los enseñé a abrir las puertas”.
“Yo lo sentí mucho, la muerte de ‘Manchitas’ porque era un perro muy especial, muy cariñoso, nos cuidaba, era muy simpático y amistoso y muy inteligente. Lo extraño y también lo entrañan mis perros. Las personas que lo conocieron me preguntan por él y he tenido que darles la mala noticia de que murió”, explica la mujer que dio casa y cariño al Gordo, como también le decían.
Dijo que mucha gente del centro y de todo Cuernavaca lo conocían y lo querían: “pagábamos sus vacunas, cuando se enfermaba de la piel lo curábamos, lo alimentábamos todos; nunca le faltó cariño ni alimentación ni techo, pero era muy vago, a veces se iba hasta Tepoztlán o a Yautepec y como sabían que era de Cuernavaca y que yo lo cuidaba me lo traían”.
Chiquínquiro podría ser el Manchas, al que le gustó tanto ser perro que volvió a nacer en el mismo pellejo y en el mismo lugar, si no fuera porque el Manchas era un poco más oscuro. Se parecen muchísimo: su tamaño, su color y su actitud; su mirada que va más allá de su animalidad y su ojos, donde puede uno ver una ternura infinita.