En las entrañas de la tierra yace la vida, nuestros orígenes. Los dioses extraen montículos de arcilla que limpian con esmero y cuidado. Con agua moldean entre sus manos cuerpos y rostros color de barro, gestación perene que se multiplica cuando el aliento divino los dota de vida: nacen los hombres y las mujeres.

Somos pasado tejido en historias y leyendas, mitos fundacionales que permanecen durante siglos en su morfología verbal; voz de mujeres que cantan en náhuatl a sus niños, arrumacos transformados en sapos, aves y tlacuaches; los hombres dialogan y cuidan el maizal, son familias guardianes de la tierra, de la lengua y sus expresiones.

Con empeño y convencimiento de lo que se observa, en la convivencia cotidiana con mujeres y niños se fraguo la idea de compartir la belleza del fruto de una comunidad de Morelos: vasijas y jarrones, comales y macetas, molcajetes y metates color de arcilla cruda y cocida, tierra sin aire modelada y pulida, bruñida y punteada; una zoología ancestral aparece en sus orillas, tapas cual lagartijas, cerditos aderezados con cariño, guajolotes y búhos; los temolotes muelen las semillas sobre el molcajete, metlapillis que amasan semillas sobre la piedra, un olor a cacao, harina de frijol y terrón de maíz brota de las manos de las mujeres que habitan esta región de nuestro estado.

“Cuentepec es un mundo dentro del mundo: mujeres, lengua, cañadas, barro, animales y tiempo. ¿Qué ese mundo? La experiencia de la vida que tiene una persona o comunidad en la Tierra. Hacer, hablar, estas son nuestras maneras de relacionarnos con el entorno material, espiritual e intelectual. La manera en cómo estamos, hablamos y hacemos expresan nuestra personalidad social e individual. En Cuentepec, la palabra, la acción y el ser están ligados a la tierra, y la alfarería es el lenguaje de su esencia: macetas, jarros, vasijas creadas desde la lengua, el náhuatl, la convivencia interna con el entorno y la creatividad colectiva. Estos objetos hablan, desde su particularidad estética, de una visión de la vida que podría ser hoy una enseñanza: la experiencia que tenemos del mundo es antes que nada una forma propia de hablar con él y de crear, de convivir. Y de transformar el entorno en objetos que dicen, objetos únicos que son seres hablantes que lanzan un mensaje: guardar, contener, custodiar y guarecer como la Tierra que nos cuida”, con estas palabras de Cristina Faesler se abre nuestro recorrido a la exposición “En Cuentepec barro se dice sokitl”.

Extraordinaria muestra en la que encontramos objetos que forman parte del hábitat de una comunidad, piezas utilitarias convertidas en arte popular que acompañan su universo y que quizá no repararíamos en ellas al visitar sus casas pues la mirada se nubla entre hábitos y costumbres; por ello, extraerlas para mostrarnos la belleza de lo que sus habitantes elaboran hace siglos se torna en asombro.

Hoy, después de largos meses de espera obligada por razones de salud pública las condiciones son aptas para deambular por las calles de nuestro estado, sus municipios y poblaciones; por ello resulta gratificante observar el bullicio en las diversas exposiciones, conciertos y presentaciones culturales y artísticas con las que se nutre nuestra región.

El Museo de Arte Indígena Contemporáneo en Cuernavaca recibió el pasado mes de agosto esta exposición, ella es fruto de la curiosidad de Cristina Faesler que, gracias a un equipo profesional de hombres y mujeres inició su recorrido hace menos de un año en la Ciudad de México; y hoy, gracias a la delicada curaduría de José Valtierra, a Mathew Holmes, Joanna Salazar, Valtierra y Faesler en el diseño museográfico, a Joanna Slazak en el diseño gráfico, a Gabriel Bátiz en la fotografía, a Miriam Mabel Martínez en la coordinación editorial, a Topitzil Contreras, José Cuauhtli Medina, Gobi Stromberg, Antonio Guerrero y Victorino Nava en los textos de sala, y por supuesto al apoyo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos llega esta muestra a estas latitudes morelenses.

No pueden dejar de visitar esta magnífica exposición, misma que el próximo 1 y 2 de noviembre ofrecerá en venta las piezas elaboradas por las manos de sus artesanos y artesanas.

Para verla solo debemos tomar la mano al interés por observar, así, recorrerla se vuelve un grato camino entre salas temáticas con magníficas fotografías, cartografías y textos que nos describen su origen; valga decir que gracias a la excelente museografía e iluminación las obras viven, nos hablan.