Confinamientos, lágrimas y 635 millones de casos después, aquí seguimos viviendo a hombro con el covid-19. Tantas historias hemos visto desde aquellos primeros rumores de que en Wuhan existía un “virus zombie”; anécdotas en su mayoría desagradables pero que nos obligarían a dar sentido a situaciones que antes parecían rutinarias, como valorar los abrazos o usar un jabón.

En todas ellas había un protagonista indiscutible: el miedo. Esa sensación que nos vislumbraba los peores panoramas de la emergencia sanitaria y del que hoy parece tenernos listo un nuevo capítulo llamado El Perro del Infierno, el nombre popular de la nueva variante. Desde el incendiario título podría anticipar ya los artículos más sensacionalistas al respecto, pero en su lugar tendría una propuesta distinta ¿por qué no recopilamos aquellas memorias de éxito? De aquel hombre que volvió a besar a su familia después de un eterno aislamiento en el área covid; o de la enfermera que logró jubilarse después de ver morir a varios de sus compañeros. Ella también tuvo miedo, pero está aquí.

Recordar que aún siendo un instinto natural, las herramientas emocionales para afrontar el miedo también están a nuestro alcance. Y aunque esto no implica relajar las medidas ni infravalorar los esfuerzos médicos, esta podría ser nuestra oportunidad de nutrir el sistema inmunológico con esperanza y fe. Que de aquí en adelante ante las próximas cepas, incluida la del terrorífico canino, la frase “tenía covid, pero lo mató el miedo” deje de utilizarse. Parafraseando a George Harrison, parece que han pasado años desde que el sol estuvo aquí, pero volverá a venir.