Los finales siempre son difíciles. El proceso de cerrar una etapa y de despedirse definitivamente de lo que un día fue y ya no volverá a ser jamás siempre es desgarrador, pero ¿de qué se trata la vida si no es de tener finales y nuevos comienzos una vez y otra vez y otra más hasta el día que te mueras?
Normalmente se piensa que las despedidas se dan únicamente con otras personas, a veces con mascotas, en fin, con seres vivos y pensantes en general. Pienso que esas despedidas no son tan difíciles de sobrellevar ya que (en el mejor de los casos) hay diálogo, acuerdos, interacción recíproca y así se lleva a cabo un proceso que te hace entender, resignarte y algunas veces descubrir que fue la mejor decisión.
Pero ¿qué pasa cuando te toca despedirte de un cuarto, de una cocina, de un baño, de una alfombra, de un closet, de una entrada, de un mueble de decoración, de una lava-secadora, de la tienda de la esquina, de la panadería de al lado, de un tiempo climático, de un departamento, de una ciudad entera, de un aire respirado diferente?
Ahí viene la despedida difícil porque no puedes dialogar ni llegar a acuerdos. En esos casos desearías que la frase “si las paredes hablaran” fuera real para poder explicarles que ya no las vas a habitar más y que ellas te contaran qué opinan al respecto. Se vuelve un proceso que debes de llevar sola, introspectiva y muchas veces no vas a lograr entender el por qué de esa despedida ni deshacerte de la idea de que ese era tu lugar ideal. Muchas veces te vas a quedar cautiva en el “qué hubiera pasado sí…” y recordar las ideas que tenías de redecorar ese lugar te van a lastimar cada vez más porque nunca sucedió, porque tu tiempo ahí duró lo que un parpadeo y no estabas lista para que eso pasara.
Dicen que las cosas pasan por algo, que cuando se cierra una puerta se abren cien más, que te debes de mantener positiva a los cambios y que los finales se tratan solo de algo que debe de pasar para que mejores cosas sucedan y todo eso suena bien, es más, hasta suena bonito e inspirador, pero cuando te encuentras tú sola empacando tu vida en cajas de cartón o en bolsas de basura, cuando ves como el cuarto donde antes había mil cosas que te pertenecían se va haciendo más grande, cuando te enfrentas con el eco que genera el vacío de las habitaciones no es ni bonito ni inspirador, es desgarrador y frustrante. En ese momento no te mantienes positiva ni tienes la mentalidad de que las cosas pasan por algo. En esos casos no entiendes nada pero no te queda de otra más que respirar, soltar e irte de ahí a tener un nuevo comienzo y así una vez y otra vez y otra más hasta el día que te mueras.