Si hay algo que nos une a todos los mexicanos sin importar ideología, gustos, preferencias y posicionamiento es cuando juega la selección mexicana de fútbol en el mundial y obtiene buenos resultados. La selección pasa a menor plano durante el proceso de clasificación al mundial, Copa Oro, amistosos y demás copas moleras; checamos resultados, damos nuestra opinión y continuamos en nuestra rutina diaria. Dicha descripción coincide plenamente con ciertas iniciativas y debates en la Cámara de Diputados o del Senado de la República, así como los proyectos que presentan los ministros de la Corte ante el pleno, algunos merecen toda nuestra atención y otros pasan por desapercibido.
En la última década se da más show con pantalón largo que con uniforme deportivo. Con la decepcionante participación de nuestros representantes en Catar, se polarizó la crítica a los hombres que manejan el fútbol mexicano, si el presidente de la liga fue funcionario y candidato de tal, si el presidente de la FMF fue directivo de tal equipo y así. Lo mismo pasa con la administración pública. Antes del partido contra Arabia Saudita los debates políticos se mantenían al nivel acostumbrado, veíamos funcionarios locales y federales con sus jerseys, algunos personalizados con el número 24. Se colocaron pantallas en zócalos y plazas por parte del gobierno y patrocinadores.
Una vez terminado el partido comenzaron las críticas mezcladas de política. Tanto de la oposición como integrantes del partido gobernante. Hasta quieren llamar a comparecer ante el Senado a los directivos del fútbol. Comenzaron los dichos de quienes son los culpables y desde cuándo, mencionan posibles candidatos para presidente de México en 2024 entrenador de la selección nacional rumbo al mundial de 2026. Vivimos en un guion, solamente cambian nombres y lugares.