En días pasados no dejó de sorprenderme la excesiva burla hacia los fanáticos de Bad Bunny que quedaron hundidos en la impotencia al ver como el personal de Ticket Master los bateaba en la entrada del Estadio Azteca bajo el argumento de “boletos clonados”.
De honestidad, en un principio caía en la trampa del meme en redes sociales, pero luego recreé por un momento estar en las mismas condiciones. Imaginé a la chica que viajó siete horas para llegar a ver su ídolo, y al papá de la misma que invirtió en la gasolina para lograrlo. Pensé en los mejores amigos que esperaron meses para hacer realidad su sueño o en el hombre desahuciado que quizá perdió la oportunidad de entrar a un recinto para ver su último concierto. Nos puede pasar a todos en diferentes eventos, pero la frustración será la misma.
Recordé también aquella metáfora que el villano Frollo de El Jorobado de Notre Dame utilizaba al comparar a sus enemigos con hormigas, aludiendo al hecho de que al igual que estos insectos podían multiplicarse hasta ser invencibles. Me acordé de ello al mismo tiempo de pensar en la plaga de los revendedores en nuestro país. Es llamativo como durante los conciertos estelares en México, los boletos se agotan en minutos, pero apenas esto ocurre ya existen entradas al triple de precio en sitios como Stubhub
Es lamentable lo que pasó hace unas semanas afuera del estadio mexicano más famoso. Pero será más lamentable que la anécdota no trascienda para presionar medidas legislativas que conlleven a nuevas determinaciones contra quien se hace llamar revendedor. Una vez más, nos puede pasar a todos, pero también entre todos lo podemos solucionar ¿cuál es el punto de partido? Dejar de burlarnos y empatizar un poco con las y los afectados.