Se han compartido muchas experiencias de personas que deciden dejar atrás todo lo conocido en sus países para empezar de cero en algún otro lugar, pero poco se habla del impacto emocional que genera mudarse a un lugar tan lejos de la tierra donde nacimos y crecimos.
Se extrañan los deliciosos chilaquiles de mi abuela, y los sabios consejos de mi abuelo sobre la vida y el destino. El consuelo de mi madre después de un día pesado, y las lecciones de manejo de mi papá para ir a la universidad.
Tenía un objetivo: Trabajar para cumplir mis sueños. Nadie me hablo del proceso, de las personas que dejas atrás, el duelo migratorio, la soledad, y el esfuerzo que debes hacer para alcanzar tus metas.
Migrar implica muchas renuncias, situaciones que no contemplamos que están fuera de nuestro control, como la muerte de un ser querido mientras estas lejos, o el enfrentar una enfermedad en un país que no es el tuyo, sin nadie conocido alrededor que pueda consolarte.
Han pasado tres años desde que me mudé a Canadá con mi esposo para empezar una nueva vida, desde cero. Aunque no ha sido fácil, puedo decir que estar en otro país me ha desafiado en muchos sentidos. Aprendí a ser fuerte, valiente, y resiliente. Aprendí que las metas sí se cumplen cuando no nos rendimos, y que la distancia nunca podrá ser suficiente para alejar de nuestro corazón a quienes amamos.
He encontrado que, donde sea que estemos, podemos dar lo mejor de nosotros mismos y sobresalir. Como mexicanos, tenemos la fuerza de levantarnos de cualquier caída, nos sobran colores para celebrar la vida, e iluminar cada rincón donde estemos.
Mi abuelo me dijo un día: Sal y conoce el mundo y todo lo que hay en él. Realiza tus sueños y ten amigos por doquier. ¡Trasciende! El cielo es el límite.
Hoy este mensaje es para todos los mexicanos, a quienes extraño cada día. Salgan y den lo mejor de sí mismos, no se rindan, que vale la pena cada esfuerzo que hacemos. Por qué el día de mañana pondremos en alto el nombre de México, con nuestra perseverancia, actitud, y trabajo constante.
¡México, mi querido México! No me digas adiós, sino hasta luego. Dedicado a la memoria de mi abuelo, a quien dije adiós estando tan lejos.