La energía eléctrica es un servicio fundamental para la vida moderna. Es la llave de acceso para gozar de todas las comodidades del mundo actual. Si no hay luz, no hay refrigeración de alimentos, no hay iluminación, no hay plancha ni televisión. Tampoco se tiene internet. Es imprescindible.
Para generar y distribuir la luz se hace un gran esfuerzo: desde la construcción y operación de plantas generadoras como la que tenemos en Huexca (una termoeléctrica), que costo más de 10 mil millones de pesos; hasta la instalación de líneas de transmisión, torres, cableado de distribución, subestaciones, transformadores, etc.
Por eso debemos pagar por este servicio, porque solo así seguiremos contando con él. Y no olvidemos que casi el 70 por ciento de la producción de electricidad en México se realiza mediante el uso de combustibles fósiles que, al quemarse para generar el vapor que mueve las turbinas, despiden gases que llegan al medio ambiente. Reducir nuestro consumo eléctrico no solo nos ahorra dinero, sino que, además, reduce emisiones contaminantes.
Ahorramos energía eléctrica si mantenemos apagadas las luces cuando no las utilizamos; cuando apagamos y desconectamos aparatos que no se estén usando; programando el uso de la plancha y de la lavadora para no prender y apagar continuamente ambas; cuando vigilamos el buen estado de la instalación eléctrica y el buen funcionamiento del refrigerador; cuando usamos racionalmente los ventiladores o el aire acondicionado y cuando aprovechamos al máximo la luz del Sol para nuestras actividades.
Instalar paneles solares es una buena opción cuando el consumo eléctrico es considerable, pero siempre es preferible, en primera instancia, aplicar las medidas anteriores cuidando de que el gasto no llegue a mil 200 pesos por bimestre, pues, si rebasa ese límite, pueden quitarnos el subsidio que se aplica a la tarifa doméstica.
Así, ahorrando energía eléctrica no solo ahorramos dinero, sino también contribuimos a un medio ambiente más sano.