Al recorrer caminos, calles, veredas o sendas alrededor del país advertimos esos remanentes ornamentales y religiosos que simbolizan el fin último de sujetos o personas que terminaron en ese lugar, justo en ese sitio ocurrió lo que en múltiples credos se conoce como liberación somática o corporal: muerte.
Somos muchos los que llamamos a nuestros difuntos "trascendidos" que dejaron este plano existencial por la obtención de una consciencia superior o inferior dependiendo del modo de vida; para mucha gente los accidentes no son tales, todo merece una explicación consecutiva destinal, no existe el azar sino esa razón de experiencia constante que culminará, como agrega la ley termodinámica, en el cese de actividad, en el término de calor en el cuerpo, en el fallecer.
Al pasar por esos signos de lo que fue, se considera el dolor de los que perdieron a sus queridos, se encoge el pensamiento y se viene al corazón la compasión, eso que hace que detengas el andar y empatices con los que sufrieron esa pérdida. Desde el norte, centro y sur de México se pueden apreciar cantidades de "cruces", flores, pequeñas capillas, santidades propias de alguna religión, objetos favoritos o que significaron mucho en vida para aquellos finados. Cada vez que se cumple el aniversario luctuoso de ese ser, entonces se visita el espacio muy especial que ha de representar tragedia, tristeza, nostalgia, dolor, incluso alegría o sacritud por lo que hubo, por aquellos que nos dejaron sin la oportunidad de advertirlos físicamente, de sentirlos de nuevo , de hallarlos respirando y escuchar sus mentalidades más allá del prejuicio y crítica.
Es digno de observar cuando te encuentras con estos vestigios de vida como nos invita a recordar que sucedieron, que también merecen y les corresponde tu respeto, tu dar cuenta de lo ocurrido, tu entender del enigma que nos manifiesta la existencia y la consciencia en ella, retrotraer a la vida a esas personas cada que se nos aparece el nicho, el objeto, esas cosas que fueron de ellos y que no se tocan, no se roban, donde sólo se pretende la memoria de vida, el hecho de que la muerte está cerca mientras se tiene aliento, de que hasta donde sabemos el Tiempo nos gobierna y rara vez perdona los minutos olvidados o esa falta de conocernos y consentirnos con la caricia en el respiro que es todo lo que se tiene.
José Avendaño.
Casa azul.
Cruz muerte.