Hace 15 años Lucero Mejía Hernández decidió salir a las calles con un cuaderno y una pluma para registrar el tiempo de diferencia que llevan entre sí los choferes del transporte colectivo de diversas organizaciones, de quienes recibe una propina.

Lucero no tenía experiencia en este oficio, pero mantenía la esperanza de que los operadores le tuvieran paciencia, pues tenía deseos de aprender y ganas de trabajar.

“Cuando empecé no sabía checar y a veces los choferes me preguntaban ‘¿cuántos libres?’ y no sabía qué responder, pues eran tantos camiones que me bloqueaba y se me pasaba el tiempo que llevaba cada uno. Por eso, a veces me cerraban las puertas y hasta me hacían llorar, pero con el paso del tiempo fui aprendiendo más y más, y ahora ya se me hace algo fácil”.

Aunque los primeros días fueron difíciles, dijo que no tenía otra opción más que aprender esta labor, pues su esposo había dejado el volante para atender su estado de salud.

“Mi esposo era chofer, pero se enfermó; empezó con los nervios, ansiedad y otras cosas, así que dejó el volante y yo empecé a trabajar. Al principio, como no sabía mucho, me daban un peso y después dos o tres y ahora hasta cinco pesos”.

Refirió que ser checadora de “rutas” no es una tarea fácil, ya que necesita estar al pendiente de todas las unidades que circulan sobre avenida Morelos y registrar el tiempo de diferencia que lleva cada operador, para dar a conocer esta información a los demás choferes, con la cual ellos sabrán si aceleran o conducen lento.

Lucero comentó que desde hace 15 años labora de seis de la mañana a ocho de la noche, es decir, trabaja dos turnos, pero en diferente parada; la primera sobre avenida Morelos a la altura de la colonia Chipitlán y por la tarde en la parada del llamado “puente del pollo”.

Dijo que hace unos días su esposo retomó sus actividades; sin embargo, por su estado de salud sólo trabaja los fines de semana mientras que entre semana ayuda con las tareas del hogar.