La naturaleza de la estética (teoría de la sensibilidad) de todos los que han hablado y logrado crear algo que decir desde lo visual hasta lo plástico es el intento de conseguir una susceptibilidad que lo advierta, teniendo por objeto la atención de los sentidos y, sobre todo, llegar así al gusto, abordando aquello que nos podría igualar en lo profundo como especie.
Existen muchas teorías sobre el arte y su quehacer, su consistencia y su modo de existir expresando mentalidades, producciones simbólicas sentidas (cultura), que son emociones primarias, como los temperamentos diversos y su manera de internalizar lo externo, racionalidades independientes desde lo empírico o experimental, de ahí su variabilidad y la importancia de su haber, facultativa para el ser humano.
Para muchos el arte y su momento es un arrobo especial que merece inspiración, sea con “musas”, o bien, con imaginación recreada en su propia fragua haciendo parecer, en muchas ocasiones, “extrañeza ante lo ordinario”, o bien, identidad de lo extraordinario que se ha presentado como común ante nuestra percepción.
La salvedad que hay en lo creativo, en el acto de inventar, en ese manifiesto –sea de alma o de cerebro– es también por una necesidad de comunicar, de erradicar las “lógicas repetitivas” de vida cotidiana que nos llevan al aburrimiento por definición. La cura o el remedio que hay en el arte para muchas comunidades estriba en el acto de reproducir esa abstracción de pensamiento (racionalidad que no razonabilidad) para incluso realizarse en lo más íntimo que tiene de suyo y poder así existir comparativamente en la pléyade de la otredad.
Revolución.
Soplo-mural.
Visión.
Candil.