El dólar subió su valor los últimos días, lo cual significa una devaluación de nuestro peso. Esto se puede explicar por el posible estancamiento de la economía norteamericana reflejada en sus bajos índices de empleo; la inestabilidad política que vivimos en México con respecto a temas como la próxima reforma judicial o la previsible reforma energética, e incluso las diferentes tasas de inflación de los países.
Como toda variable financiera, el tipo de cambio también está sujeto a las reacciones nerviosas de los mercados ante los escenarios de incertidumbre, tanto nacionales como internacionales, de tal forma que incluso las bolsas de valores de Estados Unidos y México tuvieron afectaciones en los días recientes.
Como país, la paridad peso-dólar es importante porque gran parte de nuestro comercio exterior (aprox. 80%), lo tenemos con Estados Unidos, pero su efecto es dual. Cuando el dólar sube, es más caro para los mexicanos importar mercancías de EU, pero, en cambio, a los exportadores de nuestro país les pagan más pesos por cada exportación.
Igual efecto es para las remesas. Cuando el dólar sube, se benefician las familias que reciben dólares de sus parientes que trabajan en EU, pues aquí en México los cambiarán por más pesos. Para el turista mexicano que quiere ir a Estados Unidos, le perjudica pues invierte más pesos para comprar dólares y hacer su viaje.
Para la mayoría de los mexicanos, nos perjudica más una alta inflación que un dólar caro, pues una mayor inflación reduce nuestra capacidad de compra. También nos perjudica la falta de buenos empleos, formales, con prestaciones y salarios decentes. La preocupación gubernamental debe centrarse en crear las condiciones para estimular el desarrollo sustentable nacional y regional. Lo demás mejorará en consecuencia.