La educación no solo se limita al proceso de enseñanza-aprendizaje en las aulas, sino se trata de una estructura que permea en tres niveles: la familia, la escuela, y la vida.
De tal manera que la educación es un subsistema dentro del sistema político, es decir, es un dispositivo que va a servir para la configuración del tipo de ciudadano que se quiera formar. Si un Estado, entendido como la organización del poder político formal, tiene determinada teleología (fines), se va a estructurar para lograrla, y he ahí donde entra el tipo de sistema educativo, si se busca formar ciudadanos participativos o apáticos, ciudadanos con voz o callados, ciudadanos libres u oprimidos, todo dependerá de la confección del sistema educativo que se de en un país.
En esta lógica, México está viviendo momentos trascendentales, sin embargo, para lograr resolver muchas problemáticas de raíz, la educación es clave en ello. Ahora bien, por mucho tiempo se ha dado énfasis a que la educación, al menos en nuestro país, se limite a las aulas y con la trasmisión de contenidos, donde lo importante es que los niños sepan aprender y escribir, dejando de lado otros aspectos igual de importantes para el óptimo desarrollo del educando.
La semana pasada, en el Congreso del Estado de Morelos, se presentó por parte del coordinador de la bancada del Partido Acción Nacional, Daniel Martínez Terrazas, una iniciativa de reforma y adición a la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Morelos, con el objetivo de insertar la educación emocional al sistema educativo morelense, argumentando que “la salud mental es el estado de bienestar que permite a niñas, niños y adolescentes, el buen funcionamiento cognitivo, afectivo, conductual, que beneficia el despliegue óptimo de sus potencialidades…”. Y este sentido, observamos acertada la propuesta del diputado, porque se ha dejado en un segundo plano el tema emocional, ya que este no solo es un tema de salud sino también contribuye al desarrollo cognitivo del estudiante, pero también el afectivo, que es el punto que queremos destacar.
La afectividad implica ese conjunto de sentimientos, emociones y pasiones del individuo respecto a otro generando un vínculo, una unión. De tal forma que la afectividad es esencial en el desarrollo de las personas desde que son bebés, y por lo tanto, su óptima ejecución será determinante en su personalidad. Y en esta tesitura, se podría pensar que la afectividad se circunscribe al ámbito familiar, es decir, en un primer momento a la diada de la madre e hijo; sin embargo, la afectividad va más allá, específicamente al ámbito escolar, siendo la educación temprana, que en el caso mexicano sería la educación prescolar dando continuidad a nivel primaria y secundaria, donde debe fomentarse.
Se han realizado investigaciones sobre la influencia que llega a tener el tema afectivo en el desempeño académico de niños de nivel primaria. Y claro, muchos han pasado por una experiencia ya sea directa o indirectamente en donde el ambiente escolar es determinante en la psique del infante, por ejemplo, si se le tiene miedo al profesor como figura de autoridad, así como la atmosfera que se puede dar entre los mismos compañeros, donde muchos pueden ser objeto de burlas, creando sensaciones de inseguridad, afectando su desarrollo cognitivo o académico. Tan diferente sería que el infante vaya alegre a la escuela porque se ha configurado un escenario ideal para que se sienta a gusto.
Por lo tanto, brindar afectividad al infante es tan importante como las necesidades biológicas como su nutrición o aseo personal. Y vemos que, en México, se habla de una reforma educativa para humanizar, pero no hay que dejar de lado este tema. Por lo que consideramos conveniente generar política educativa que implique el impulso de la educación emocional y la afectividad. Morelos debe darle énfasis.
Artículo dedicado a la maestra Belem, ejemplo de profesionalismo docente.
Juan Carlos Jaimes
Universidad Autónoma del Estado de Morelos