Las fiestas decembrinas tienen la gran virtud de crear espacios de reflexión, convivencia familiar y reencuentro espiritual entre las personas. Son días que muchos aprovechamos para el descanso, el esparcimiento, reencontrarnos con seres queridos y cumplir con la tradición, de acuerdo a las creencias de cada quien.
Desafortunadamente, también son días en que la publicidad, el entorno y la tradición misma, nos llevan al consumismo. (Las ventas en Morelos crecieron del 10% al 20% en diciembre pasado). Los medios de comunicación y las redes sociales llevan a los niños a pedir los juguetes, videojuegos o aparatos electrónicos más sofisticados tanto a Santa Claus como a los reyes magos.
Cuando no hay dinero para adquirirlos, viene la insatisfacción infantil, la cual, mal canalizada, puede causar frustración y hasta discriminación contra el infante. De manera natural y espontánea, los niños presumen lo que les dejaron Santa y los reyes y preguntan a otros cómo les fue. A muchos les apena admitir que no les dejaron lo que pidieron y envidian a aquel compañerito que le fue muy bien con los regalos.
De ahí la importancia de la educación, la atención, el cariño y el ejemplo que dispensamos los papás a nuestros hijos. Cuando los pequeños crecen en un ambiente familiar en el cual tienen el amor y apoyo de sus padres; en el que se vive de acuerdo a sus posibilidades y se valora lo que se tiene; cuando saben que el patrimonio familiar es resultado del trabajo y del esfuerzo, entienden que el dinero y lo material es secundario y lo esencial son los sentimientos.
Y es aquí cuando vuelvo a insistir en el principio de la escasez como parte de una buena educación. Dar a los hijos todo lo que quieren implica crear la falsa imagen de que todo lo merecen. También los puede llevar a creer que los sentimientos se demuestran con dinero, es decir, que entre más caro es el regalo más grande es el cariño. O pensar que no hay conexión entre esfuerzo y recompensa.
La esencia de la navidad y el día de reyes es la convivencia y el afecto para con los demás. Los regalos sólo son una pequeña expresión (No es la más importante) del espíritu navideño. Lo que se debe valorar es contar con una familia, un sustento, salud, el afecto y cariño de quiénes nos rodean. Lo más importante son los sentimientos y no las cosas materiales. Solo así, la Navidad y el Día de Reyes, expresados en unión y cariño, se vuelven permanentes y se disfrutan todo el año.