El pasado 29 de diciembre falleció James Earl Carter Jr. El trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos de América (de 1977 a 1981), el más longevo, el único en alcanzar los 100 años y el tercero (de cuatro) en recibir el premio Nobel de la paz, esto último en 2002.
Se dice que la diferencia entre el político y el estadista es que mientras el primero gobierna, el segundo crea instituciones. Se dice también que el primero gobierna en su beneficio, y el segundo lo hace en beneficio del pueblo.
Para algunos especialistas, la concesión del Nobel a Carter consistió un mensaje por la invasión a Irak de la administración Bush, contra la cual el propio ex presidente se declaró opuesto.
Lo que es una realidad es que la promoción de la concordia internacional fue una constante en la administración Carter, por la firma de los tratados Torrijos-Carter, que establecieron el término de la administración norteamericana del Canal de Panamá para 1999; así como por los acuerdos de paz de Campo David que negociaron la Paz entre Israel y Egipto.
Pero probablemente fue su activismo como ex presidente lo que más le valió la nominación y otorgamiento del reconocimiento sueco-noruego, pues en 1982 creó al lado de su esposa Rosalynn el Centro Carter, activo en temas de promoción de la democracia a través de la observación de procesos electorales, la mediación en conflictos internacionales y la promoción de derechos humanos y salud.
Al Centro se atribuye la casi erradicación de mal causado por el gusano de Guinea, y merece resaltarse también que el Centro avaló el referéndum del gobierno presidencial venezolano en 2004.
Promovió además la vivienda alrededor del mundo (a través de la ONG Hábitat para la humanidad) y legislaciones en materia ambiental (durante su gobierno). Su vida fue en muchos aspectos activa e inspiradora.
Venturosa entrada a otro plano existencial a James “Jimmy” Carter.
Fernando Cárdenas Cabello
Universidad Autónoma del Estado de Morelos