Sin embargo, Miguel Ángel se aferró al volante.
Aunque su familia le advirtió que ser chofer del transporte público es una labor cansada y estresante, Miguel Ángel Castillo Villegas ignoró esos comentarios y cuando cumplió la mayoría de edad le dijo a su papá que quería seguir sus pasos.
A su progenitor no le agradó la idea, pues deseaba que sus hijos estudiaran una profesión para tener un trabajo diferente y mejor remunerado. Sin embargo, aceptó y comenzó a capacitar a Miguel en este oficio, al que se dedica desde hace tres décadas.
Miguel Ángel tiene 21 años de edad, es el último de seis hermanos y recuerda que desde pequeño decía: "quiero ser como mi papá", y cuando terminó sus estudios de nivel básico pidió a sus hermanos le enseñaran a manejar, para posteriormente poder conducir una "ruta".
Su papá se sumó a esta capacitación y le aconsejó manejar con precaución y no despegar la vista del volante, pues con un mal movimiento podría ocasionar un accidente.
"Mi papá me decía que es un trabajo difícil, decía que estudiara, que le echara ganas al estudio, pero uno es terco; me aferré a lo que quise y me gustó, y aquí voy a seguir porque me gusta mucho y ahora ya tengo una niña de dos años que depende de mí".
A su consideración, es una labor cansada porque empiezan su jornada alrededor de las cuatro de la mañana y terminan a las nueve de la noche; además, sólo tienen un día de descanso a la semana.
Su primer día como chofer, recordó, fue complicado, porque tienen que llegar a tiempo con el checador para no pagar los "minutos quemados".