¿El escritor se sacrifica a sí mismo al dedicarse a escribir, en pro del bien común que genera con su obra? ¿Es el escritor un mártir del arte, de la literatura? ¿Debe olvidarse de su vida y entregarse por completo al oficio de inventar, teclear, intentar publicar y llegar al público?
Desde un enfoque dramático, el escritor vive otras vidas, muchas vidas, en sus historias y personajes, pero sacrifica su vida propia al dedicarse a un trabajo de lo más ingrato e incomprendido, donde, si bien puede haber días de aplausos, la mayoría serán de soledad y ansiedad.
¿Por qué así? El escritor literario, en general, es un ser afectado por sus emociones, puede ser hipersensible o sumamente calamitoso, eufórico o melancólico, pero siempre con alguna tendencia hacia lo emocional, las ideas abstractas, las utopías, las fantasías, los sueños o los delirios.
Puede parecer exagerado, pero basta revisar la historia de la literatura y sus representantes para comprobarlo. Y hay casos extremos: Hemingway, Kafka, Alfonsina Storni, Manuel Acuña, Sylvia Plath, Elena Garro, Antonio Plaza… Y la cosa puede ponerse peor si se revisan las biografías a detalle.
Cuando menos, los escritores somos personas raras. En nuestro elemento (estudio, escribiendo, ferias de libros, bibliotecas…) somos lo más natural del mundo, pero fuera de él, o sea, en la cotidianidad más contingente de las personas en sociedad, no pareceremos normales y no pasaremos desapercibidos.
Esta rareza que nos cargamos es real y no necesariamente nos tiene orgullosos. Piénsalo, si eres escritor, casi en todo lugar serás extraño, diferente, excéntrico, exótico, no es tan agradable siempre. A veces parece que no encajas en ningún lado.
Claro que, si tenemos oportunidad de ser quienes somos, quizás (en el mejor de los casos) logremos algún reconocimiento por nuestra cultura o por ser artistas, pero eso no siempre pasa.
Habrá quien opine diferente: que los escritores somos como cualquier persona y que podemos tener vidas normales sin altibajos ni exageraciones. Los habrá, la excepción hace la regla. Conozco escritores, los he palpado y lo aseguro de nuevo: somos raros y no tenemos por qué ser de otra manera.
Parte de nuestras rarezas son las siguientes: vestimos a capricho o extravagancia, peleamos entre nosotros por fruslerías, vivimos entre chismes y pleitos, envidiamos banalidades de otros autores, hacemos grupitos y nos sentimos majestades, pensamos nadie nos comprende.
El otro lado de la rareza es que escribimos, leemos mucho, observamos detenidamente, paseamos sin rumbo, amamos la soledad, no nos gusta quedarnos con dudas, conversamos bastante y señalamos críticamente muchas cosas.
Es así en parte porque buscamos la originalidad, mientras que paliamos lo complicado que es vivir del oficio sin desaparecer en el intento. Lida es dura para quien viva en México y ejerza cualquier oficio, pero en nuestro caso, que llevamos el oficio por dentro, también lo es.
Vivir es difícil siendo personas que escribimos, vivir es arduo dedicándonos a escribir, vivir es doloroso por momentos, vivir es una locura a veces. Pero sin esa vida dura no podríamos escribir buenas obras, estoy convencido de eso. Una vida perfecta nunca hizo una obra artística interesante, todo lo contrario.
Y es aquí donde nos reivindicamos con la vida y con la sociedad: en nuestra libertad de ser como somos y de hacer lo que hacemos (sin importar cómo lo hagamos). Libres, originales, raros, pero con satisfacciones tan hermosas, como publicar, ser leído, trascender, ayudar a alguien con nuestra palabra, inspirar algo en la realidad.
Y entonces ya no hay sacrificio: todo lo adverso podría verse como una contraprestación por el beneficio mayor de las letras. Nadie tiene que ver al escritor como un mártir ni como un pobre ser, porque si bien la mitad de la vida puede ser adversa, la otra mitad es luminosa y satisfactoria, en muchos sentidos.
Los escritores no nos sacrificamos por el arte, ni por los lectores, ni por dios, ni siquiera por nosotros mismos. En todo caso es un buen intercambio. Sabemos que el oficio es así y lo asumimos con orgullo, lo decidimos en algún momento y lo ejercemos con la mayor dignidad posible. Claro que esto es una utopía, pero ya te decía, así somos. Gracias.
#danielzetinaescritor #unescritorenproblemas #escribireneltercermundo