Su pasión es conducir, afirma Cristal.
Desde hace tres años, Cristal Flores conduce una unidad del transporte público, y a pesar de que durante varios meses vivió hostigamiento laboral, al grado de que el año pasado sufrió una parálisis facial, no se rinde ni ha pensado buscar otro trabajo, pues asegura que su pasión es el volante, un oficio que aprendió de su padre.
Cristal considera que lo más estresante de ser chofer del transporte público es trabajar con tiempo, ya que cada "minuto quemado" lo debe pagar en 15 pesos.
Además, hay personas que piden la parada en lugares no establecidos, y si se niega a detenerse en ese lugar, el usuario la reporta con la mesa directiva de la organización transportista, lo que ocasiona un castigo con dos o tres días de descanso, sin percepción económica.
"Una vez hubo un accidente por Guacamayas, en Cuernavaca, y se hizo el tráfico. Por eso me quemé como 20 minutos, pero afortunadamente no los pagué todos porque el compañero que iba adelante también se quedó atorado en el tráfico, pero eso fue lo que más me estresó y ahí me dio la parálisis facial. Además de que a cada rato la agarraban contra mí, a cada rato me iba castigada; yo creo que ya tenía todo el estrés y coraje acumulado. Me atendí porque también soy enfermera de profesión y tres meses después regresé a la ‘ruta’, porque es lo que más me gusta".
Actualmente, dijo, la situación cambió y pocas veces le han llamado la atención, por que regresó como dueña de la unidad.
Al principio, comentó, hubo pasajeros que la molestaban, y con el pretexto de que era poco común ver a una mujer detrás del volante, pretendían invitarla a salir, pero ella se negaba.
Para evitar esos comentarios, decidió colocar una mampara en su unidad y únicamente dejó una ventanilla para recibir el dinero de los pasajeros.
Sin embargo, había personas que viajaban sin pagar, por lo que hace seis meses instaló una cámara de vigilancia conectada al espejo retrovisor para estar al pendiente de quién no paga.
"Cuando puse la mampara la gente pensaba que con esa protección no podía ver quién sube y se iban sin pagar. Hubo ocasiones que, de plano, detuve el carro y me bajé a cobrarles su pasaje, porque uno trabaja por necesidad y no es justo que ellos no paguen”.