El descanso que disfrutamos estos días se debe a la celebración de la semana santa o semana mayor, festividad de suma importancia en el mundo cristiano. Rememora los días en que Jesucristo vive el clímax de su sacrificio por la humanidad, siendo apresado, condenado y crucificado por llamarse a sí mismo hijo de Dios, trayendo a la vez un mensaje de unión y amor a la humanidad.
La semana santa nunca se celebra los mismos días del calendario, es una convención que se determina anualmente de acuerdo al calendario lunar y al equinoccio de primavera. El primer domingo, posterior a la primera luna llena que ocurre luego del equinoccio de primavera (21 de marzo), será considerado el domingo de pascua o resurrección, y de ahí se determinan los días de semana santa.
Los días de la llamada semana mayor, especialmente jueves y viernes santos, no forman parte de los días de descanso que prevé la Ley Federal del Trabajo, es decir, no son obligatorios. El calendario educativo sí los considera de descanso, concediendo dos semanas de asueto, que se cumplen rigurosamente desde hace muchos años para muchas escuelas. Sin embargo, al no ser obligatorios, las empresas y organismos pueden otorgarlos como una forma de estimular a sus trabajadores, sin que ello signifique una obligación legal.
Siendo México uno de los países con mayor número de horas de trabajo en el mundo, 2000 horas trabajadas al año (es decir, 250 días con jornadas de 8 horas anualmente), el descanso es necesario. Especialmente cuando gran parte de la población realza labores informales, en las cuales no se respeta el descanso y la jornada de trabajo reglamentaria. Quienes sí tienen la posibilidad de disfrutarlos, deveras deben valorarlo.
Lo malo es que son días en que, contrario a su origen religioso, existe aglomeración, fiestas, consumo de alcohol, conflictos y accidentes. Las estadísticas señalan que los accidentes viales se incrementan en 20% (Secretaría de Salud) debido al mayor tráfico, al exceso de velocidad y alcohol. El gasto familiar se incrementa en 15% por salidas a pasear, al cine, campamentos; y se encarecen los productos, especialmente los mariscos.
Es deseable que estos días sean dedicados, verdaderamente, al descanso, no al consumismo y a la fiesta en exceso. Independientemente de la religión que se profese, son días propicios para la convivencia familiar y el remanso espiritual. Quienes pueden viajar, es excelente, pero siempre con precaución, cortesía al manejar y sin alcohol.