Sociedad

La atención al cliente


Lectura 3 - 6 minutos
Juana de la Cruz Sánchez Rivera.
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La atención al cliente


Juana de la Cruz Sánchez Rivera.
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“Una maldición pesa y una bendición ayuda”.

Jojutla. Un dicho muy común de los chinos es que el empleado que no sonríe es un mal empleado, y desde luego no tiene trabajo, por lo menos cuando se trata de atender al cliente.

Hay ciudades que siempre han vivido del turismo y es una cultura atender bien a quien se acerca a preguntar. Si se vuelve cliente y entra, por ejemplo, a comprar o a comer o a beber, se le brindan todas las atenciones.

Sea como sea, el cliente debe sentirse a gusto con la atención y con lo que compró o consume, y de eso se encargan los meseros o el personal que está en contacto inmediato con el comprador.

El cliente es la persona que da de comer al comerciante y a sus empleados, un cliente bien atendido regresa y, más todavía, recomienda.

El hermano de una mujer que hace mucho dejó de ser mi amiga, vendía cortes argentinos en un pequeño local en Cuernavaca.

El equipo estaba conformado por un cocinero, él, su esposa y una chica.

Él recibía a los clientes, levantaba el pedido, ayudaba al cocinero, cobraba, daba cambio… andaba en todo.

El hombre no paraba de sonreír y hablar.

Todas las veces que fui a comer me atendió de maravilla, a pesar de que no conocía mi amistad con su hermana.

Recuerdo a una familia que llegó a su negocio por primera vez. Le juntó dos mesas de las seis que tenía. No se les despegó, les explicó la carta, los convenció de que eligieran lo que él sugería, fue por los guisados que pidieron, cuando estaban comiendo se acercaba a ver que no faltara nada.

En la sobremesa se paró frente a ellos y comenzó a platicar, a contarles un chiste. No sé en qué momento se sentó en medio de todos, le seguían la plática, sonreían. Hubo un momento en que la familia le pidió que le tomara una foto con el celular y él les tomó varias, y luego le dijeron que se pusiera en medio y la mesera tomó varias fotos en donde él abrazaba a la familia.

Se fueron contentos, seguramente volverían y recomendarían la comida y la atención.

Juana de la Cruz Sánchez Rivera tiene una tienda de abarrotes en los locales 21 y 22 dentro del mercado municipal Benito Juárez, en Jojutla.

Tiene muchos clientes y se distingue por ser una mujer muy amable.

Según ella, a los clientes se les debe dar un buen servicio, hay que ser atenta con ellos, hablarles bonito, porque ellos son los que le dan de comer.

Juana dice que para ser un buen comerciante uno no debe tener un carácter feo, de lo contrario no regresan. En cambio, si los atiende uno bien, no solo regresan, sino que te recomiendan, les dicen a sus conocidos o a su familia: “mira, ve a tal local, con tal persona, ella despacha muy bien, y además te trata muy bien”.

Juana bendice a sus clientes y se los hace saber. Dice que una maldición pesa y una bendición ayuda, lo dice de corazón, para que le vaya bien al cliente en su día, en su trabajo, con su familia, eso es lo que desea para esas personas que permiten que ella siga trabajando, vendiendo.

En ese mercado, pero en la entrada de la calle Francisco I. Madero, hay un negocio donde venden sombreros, gorras, cinturones y huaraches. Los dos o tres sujetos que atienden ahí tienen una cara de pocos amigos, parece que regañaran cuando dan el precio de los productos (caros, por cierto).

Una vez llegó un adulto mayor, pidió un sombrero que estaba colgado cerca del techo. Se lo bajaron con una pértiga y se lo entregaron. Se lo midió: estaba muy grande. El sujeto que lo atendió tenía en las manos la vara con la que había bajado el sombrero, y cuando el cliente dijo que no le quedaba, apretó enojado el palo.

El hombre señaló otro sombrero y el comerciante le preguntó si lo iba a comprar, a lo que el cliente respondió que no sabía si era lo que buscaba, si le vendría, si estaba en precio.

A fuerza, le entregaron el sombrero. El cliente se lo midió, le gustó y preguntó el precio. El comerciante le quitó de las manos el sombrero al cliente, que repensó la conveniencia de llevárselo.

El comerciante acomodó el sombrero en la parte alta. Cuando volteó, el hombre le dijo: “Me lo da”.

El hocico del comerciante se torció de manera visible. Enojado, bajó el sombrero, se lo entregó al cliente y éste sacó un fajo de billetes, agarró uno y pagó.

De mala gana se lo pusieron en una bolsa de plástico.

Antes de retirarse, el cliente le dijo al comerciante:

-Venía por cincuenta sombreros, porque me dijeron que eran de buena calidad, pero no me dijeron cómo atendías al cliente.

El mercado Margarita Maza de Juárez está frente al Benito Juárez; ahí hay pocos locales abiertos, en uno de ellos venden comida “china”. Tiene pocas mesas y se encuentra entre pasillos llenos de mugre.

El gesto de disgusto es un sello de las personas que atienden el negocio, sea que pidas para llevar o comas dentro del local.

Tardan para atenderte, para servirte y para cobrar, todo lo hacen como si estuvieran fastidiados del trabajo, desde que abren hasta que cierran.

El negocio lleva años ahí, y el trato al cliente es pésimo.

Un cliente relató que una vez llegó al local y pidió dos guisados para llevar. Después de 30 minutos preguntó por su pedido y le dijeron que habían ido a traer unas fajitas de pollo y que no habían llegado, que esperara porque irían a ver qué había pasado.

Le entregaron su pedido en 50 minutos, no recibió ni una disculpa.

El cliente juró que jamás regresaría a comprar ahí.

 

La comida china.

El mercado Benito Juárez.

El mercado Margarita Maza de Juárez.

La tienda de sombreros.

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Máximo Cerdio

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