Hablar de cultura nos remite a la identidad, ya sea de una aldea, un pueblo, una ciudad o una nación. El estudio de la cultura brinda información clara y precisa de la complejidad social, política, económica, tecnológica, industrial, educativa, de valores humanos; define el desarrollo y, por lo tanto, califica el quehacer colectivo. En este marco, ¿las ciudades cuentan con el equipamiento cultural suficiente? ¿Cuernavaca en particular puede ejemplificar esta disponibilidad, o por el contrario, demuestra un déficit?
En general, se debe ver la cultura como una herramienta vinculante de desarrollo; en tal sentido, crear y experimentar con la cultura de la región y de la misma manera conocer, entender y acercarse a otras culturas es la clave para fortalecer una identidad estructurada en los valores humanos, lo cual se vuelve útil para los sistemas urbanos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) define cultura como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social; en ella se engloban además de las artes y letras, los modelos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones”.
Ante el proceso homogeneizador de la globalización, la mundialización de patrones culturales son sobrellevados por las nuevas tecnologías y los medios masivos de comunicación, los cuales se caracterizan por afectar negativamente las condiciones culturales de la sociedad, con lo que se impactan las formas de vida y, por consiguiente, a los modos como percibimos y construimos la existencia personal y colectiva.
Esto tiene consecuencias de índole urbano como la migración, la eliminación de fronteras, incluso se considera que propicia la aparición de un espíritu nómada, en busca de mejores oportunidades y o por un mejor modo de vida; con ello se enfrentan amplios sectores de la población a un nuevo entorno cultural y se ven obligados a construirse nuevas identidades. Cabe mencionar que en Cuernavaca cerca de una tercera parte de la población es originaria de otro estado, y que este porcentaje se ha incrementado en las últimas décadas. La ciudad se ha vuelto multicultural, concentrando habitantes de Guerrero, México, Distrito Federal y Oaxaca, entre otras entidades.
En todo caso, uno de los más grandes retos urbanos es confrontar el diálogo intercultural del concepto de identidades fijas y exclusivas, y adoptar una visión del mundo basada en el pluralismo y las afiliaciones múltiples, donde dicho diálogo dé lugar a un espacio común que pueda producir un encuentro. En concreto, la ciudad se presenta como el sitio de mayor producción científica y tecnológica, pero con una marcada ausencia de elementos urbanos arquitectónicos útiles para completar el dialogo intercultural; para permitir siquiera el desarrollo de dicha actividad. La Secretaría de Turismo, por ejemplo, clasifica a Cuernavaca como una ciudad del interior con patrimonio histórico y ambiental, pero no existe una política territorial que aproveche tales particularidades.
En este sentido, la tercera parte de la población proveniente de otra entidad supone un eje para el establecimiento de equipamientos culturales en la medida en que el contacto con otras tradiciones permite descubrir la diversidad regional, pero al mismo tiempo dar un espacio a aquellos aspectos locales poco conservados, ¿no se vuelven necesarios entonces algún museo del chinelo, escuelas para la enseñanza del brinco, sitios para la elaboración de los trajes del personaje?
En la práctica, uno de los sectores culturales que está en mayor riesgo de extinción es el patrimonio cultural inmaterial, debido a que diversos factores intervienen en el cambio radical del estilo de vida. Por tanto, el único método de salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial es sostener, preservar la comunicación que se da a través de las generaciones, lo cual incluye medidas conjuntas con aquellas destinadas a conservar monumentos, sitios y espacios naturales.
Por consiguiente, en las actividades de resguardo o conservación deben participar siempre las comunidades, los grupos y, cuando proceda, los individuos que son depositarios de tal patrimonio, pero la sociedad en general de forma amplia e incluyente. Es importante reflexionar que la posibilidad general de conservación está condicionada por esquemas educativos, pero de cualquier forma los equipamientos urbanos culturales proveen una instancia construida que agiliza o sería útil para tal propósito, bajo las particularidades urbanas necesarias.
Resulta igualmente importante ajustar las políticas territoriales para admitir estas estrategias poco convencionales, pero necesarias para ciudades que llevan implícita una diversidad cultural y una riqueza local amplia.
De hecho, la enseñanza y el aprendizaje en algún tipo de edificio no se desenvuelven en el vacío, aislado de un contexto social y cultural, por el contrario resulta pertinente replantear la actividad educativa, ya que los cambios mencionados anteriormente surgidos con la globalización, la explosión de tecnología y del flujo social de migraciones ha llevado a su modificación, por lo tanto, se requiere una educación más flexible e integradora en esta comunidad internacional o regional, así como la comunidad indígena y los grupos minoritarios y vulnerables.
Finalmente, es necesario reconocer que un país en donde se invierte en la cultura trae consigo la revitalización social, a través de actividades productivas que dan lugar a relaciones de personas de una manera armoniosa generando igualdad de género, transmisión de valores, tolerancia, respeto y conciencia social; logrando una mejor existencia intelectual, emocional, moral y espiritual, lo cual viene necesariamente a ser una estrategia para modificar los patrones urbanos de interrelación social, pero principalmente de hacer ciudad.