Este reconocimiento es otorgado por la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico A.C., y fue creado desde 1992, por lo que hoy es reconocido como el más importante a nivel nacional en innovación tecnológica. El objetivo, de acuerdo con dicha asociación, es incentivar a todas las empresas que son líderes en la innovación, teniendo como fin el ofrecer el reconocimiento público a los centros de investigación aplicada, desarrollo tecnológico y a sus investigadores, cuando hayan logrado llevar un proyecto hasta sus últimas consecuencias.
Los investigadores que recibieron este galardón son el doctor Enrique Galindo Fentanes del IBT-UNAM, y los doctores Leobardo Serrano Carreón y Carlos Roberto Gutiérrez García. Los dos primeros integrantes de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Además, Galindo Fentanes también es miembro de la Academia Morelense de Ciencias.
La AMC dio a conocer que su trabajo constituye el primer biofungicida hecho en México, el cual se ha comercializado para controlar la antracnosis en mangos, una enfermedad que genera manchas negras en los frutos, acelera su descomposición y limita su exportación, y ha extendido su efectividad a otros 14 productos agrícolas, frutas y hortalizas, principalmente.
Esta tecnología es producto de la investigación que se realiza en el IBT-UNAM y en el CIAD, y lleva por nombre comercial Fungifree AB®. “Su principio activo es la bacteria Bacillus subtilis, que actúa como antagonista del hongo Colletotrichum gloeosporioides, con lo cual impide se generen en los mangos las manchas negras, características de la antracnosis. Y como también combate a la cenicilla polvorienta (provocada por los hongos Leveillula taurica y Erysiphe cichoracearum), los productores de aguacate, papaya, naranja, toronja, limón, berenjena, chile, jitomate, tomate, calabaza, calabacita, melón, pepino y sandía, ya pueden beneficiarse de este producto”, explicó Enrique Galindo Fentanes.
La AMC dedicó un comunicado especial a esta historia de éxito, en la que destaca que para la comercialización de este desarrollo, “fue crucial la participación de la empresa Agro&Biotecnia (una iniciativa empresarial promovida por el Instituto de Biotecnología), que licenció la tecnología y luego obtuvo los registros del producto y escaló a nivel industrial la producción para uso comercial. Agro&Biotecnia firmó un contrato de distribución exclusiva con la empresa FMC Agroquímica de México, lo que permitió que el biofungicida fuera lanzado al mercado en noviembre de 2012. El éxito de esta tecnología no solo radica en haber ampliado el número de cultivos en los que es efectivo, sino también en haber logrado crear una empresa dentro del IBT-UNAM, gracias a una negociación que tardó dos años y que terminó en un acuerdo que estableció la cesión de las regalías por parte de los investigadores involucrados a la institución académica, dejando sin efecto un uso personal de las mismas, como ocurre en Estados Unidos y en países de Europa.
Los científicos, que tuvieron que volverse ‘empresarios’ para darle salida al producto, consiguieron la patente en México en noviembre del 2011, luego tramitaron una solicitud a través del Tratado de Cooperación en materia de Patente (PCT, por sus siglas en inglés) y están a la espera de que les otorguen los derechos de exclusividad en Estados Unidos, Brasil y Ecuador”.
La presentación del producto es en polvo y cuenta con todos los registros de inocuidad de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y de efectividad de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), esta última encargada de certificar la efectividad de la sustancia para los 15 cultivos.
Refiere que, del año 2000 a 2005, los biotecnólogos realizaron la investigación y lograron encontrar la manera de combatir la antracnosis en el mango. Hubo varios intentos por transferir la tecnología a varias empresas, pero al no resultar exitosas las negociaciones, los investigadores decidieron crear una pequeña empresa. La AMC resalta el caso de los citados investigadores como un ejemplo, al señalar que “Enrique Galindo Fentanes, Leobardo Serrano Carreón y Carlos Roberto Gutiérrez García, formaron Agro&Biotecnia en marzo del 2008 y firmaron un convenio de transferencia de tecnología con la UNAM, de hecho esta empresa ya le pagó regalías a la UNAM, las cuales se dividen entre esta institución y el CIAD, cada una con un 50 por ciento”.
El biofungicida mexicano, que logró pasar del laboratorio al mercado con un impacto socioeconómico favorable, tiene como virtudes: no deja residuos tóxicos sobre la superficie del fruto, no tiene efectos negativos en la salud, ni en el medio ambiente; tiene alta vida de anaquel (de casi cuatro años) y aumenta la posibilidad de exportación, es decir, se puede vender a precios superiores.
Ahora el reto es conquistar el mercado internacional y la certificación del OMRI (por sus siglas en inglés del Instituto de Evaluación de Materiales Orgánicos), organización estadounidense independiente que evalúa y certifica productos aptos para la producción orgánica.