Se paró frente a la multitud y de entre las miles de sogas que llevaba en el brazo, eligió la adecuada: la verde, la más resistente para las protestas con mínimas gentes. Puso la reata en el pescuezo del contingente y esperó a que éste fuera creciendo.
A las 5:40 de la tarde el Chai –o Issac o Isaías Ciapango– comenzó a arrastrar al contingente de más de 100 personas que exigía el regreso con vida de los 43 normalistas de la Normal Rural de Ayotzinapa, la renuncia del gobernador Ángel Aguirre y castigo para quienes el viernes 26 de septiembre de este año, en Iguala, Guerrero, asesinaron a tres normalistas.
Mientras jalaba a la multitud, este “flautista de Hamelín” reprendía con ademanes al policía vial que de vez en vez paraba su moto en medio de la calle a y tomaba fotografías con su celular; cancerbero de la moral pública de las mujeres y hombres de Jojutla, también reprendió a dos mujeres: a una que llevaba el escote muy abierto y a otra, que cuando se agachaba enseñaba la parte donde las dos nalgas y la columna vertebral se hacen lujuria. Las féminas agradecieron la censura y se cubrieron.
El Chai caminó por el bulevar Vicente Guerrero, hasta Benito Juárez en donde dio vuelta. La gente, desde sus casas, saludaba al hijo del ex presidente de Tlaquiltenango, Jesús Ciapango Pérez alias la “Chuparrosa”; se les podía ver en los ojos el asombro: un solo individuo arrastraba del pescuezo a ese montón de manifestantes compuesto por niños, jóvenes, adultos, ancianos, que conforme avanzaba iba creciendo.
Felipa López, madre de familia originaria de Salina Cruz, Oaxaca se unió a la marcha porque le dio coraje que hayan matado a los tres normalistas y desaparecido a 43 de ellos. “Son muchachos que estaban estudiando sin hacer daño a nadie. Ellos tenían madre y yo como madre me destrozarían si desaparecieran a mi hijo. Yo no sabía lo que estaba pasando en Guerrero hasta que leí las noticias y por eso me uno”, dijo.
Dámaso Rodríguez Saucedo, morelense, de 84 años, también participó en la marcha. “Están haciendo de México un porquería, no es justo, esos muchachos estaban estudiando, querían salir de la pobreza, qué culpa tenían. Si el pueblo no defiende a los muchachos entonces quién”, reclamó.
Casi a la mitad de la calle Benito Juárez, el Chai se encontró de frente con sus poderosos enemigos: tres ladrantes obesos, uno de ellos, dálmata que en vez de manchas llevaba rayas y parecía cebra-hipopótamo. Con su ojo izquierdo que arroja rayos láser, el Chai los apartó del camino y continuó. Los peligros aun no terminaban.
En Constitución del 57 el Chai se vio cara a cara con otro de sus oponentes: un robot mortífero que filmaba la marcha y que hacía transmisiones extraterrestres con un teléfono intergaláctico: un solo disparo del rayo láser bastó para vencerlo.
El Chai siguió por esa calle jalando la marcha hasta dejarla sana y salva en la Fuente de Tencha, en donde la gente protestó a sus anchas.
Una vez que terminó con hercúleo trabajo, el Chai enrolló su reata y se perdió en la anémica luz de las 7:10 de la tarde. Jojutla fue, entonces, un cocodrilo arrastrándose rumbo a su nido.
Sociedad
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El Chai y los desaparecidos de Ayotzinapa
Crónica de las movilizaciones
Jojutla, Morelos. El Chai llegó poco después de las 5 frente a la cabeza blanca de un gigante oaxaqueño enterrado, la gente aun continuaba llegando y los que fueron puntuales pintaban consignas en las mantas. El cielo en ese instante era una enorme plancha de metal flotando sobre algunas nubes de mármol.
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