La serie de denostaciones, los ataques de todo tipo, los argumentos y defensas nada dejaron a aquellos que esperábamos conocer a los actores, involucrarnos con sus proyectos y visión de país.
¿Quién ganó el debate? Pregunta sin respuesta. Los debates, y más los electorales, no están hechos para hallar triunfadores o vencidos; su fin es vivir, conocer y ver los alcances de los personajes que advertimos. La intención de voto difícilmente puede ser influenciada ante estos ejercicios que solamente permiten valorar su capacidad oratoria, manejo de medios, control ante las cámaras y dominio del auditorio, de quienes pueden y están cerca de gobernarnos.
Un debate podría definir nuestra intención cuando lo que tengamos que medir sea el talento, las propuestas, la visión de verdaderos estadistas, al equipo con el cual se gobernará, las diferencias con el mandatario actual o el seguimiento que se dará a ciertas políticas o programas sociales.
La mercadotecnia política es de por sí importante pero –consideramos- ocupa hoy un lugar incorrecto; está por encima del pensamiento, valores e ideología de los candidatos. Para estos casos, por supuesto que nos manifestamos a favor de su reglamentación.
Nuestro sistema democrático, basado en la desconfianza, ha generado vicios diferentes que son igual de graves que aquellas prácticas del viejo régimen que controlaba los resultados.
Encuestas.
El abuso en el levantamiento de encuestas ha viciado tan importante ejercicio científico. El uso de su información, solamente con los datos que convienen al patrocinador. El nacimiento de empresas que muy lejos de cumplir con los elementos mínimos para llamarse encuestadores, realizan ejercicios al mejor postor, con datos manipulados y hasta inventados. Medios de comunicación, que han confundido su labor de informar y servir a la sociedad con el ejercicio periodístico, y actúan como parte, como actores de una campaña política a favor de su preferido. Datos contradictorios entre unos y otros. Incluso, como si un dato “estadístico”, y así entrecomillado, pueda cambiar lo que en las urnas ya fue definido; se publican datos, bajo el esquema de “exit poll”, completamente distintos al resultado final. El uso de nombres y apellidos de fama política, de influencia nacional e internacional; nombres, apellidos y marcas extranjeras, algunas hasta imposibles de mencionar en acento castellano, como símbolo de garantía y profesionalismo, cuando en realidad son simples comerciantes de datos falsos.
Monitoreo
Además del absurdo, antidemocrático e inequitativo retiro de la publicidad electoral de los medios electrónicos, toda vez que la prensa escrita, internet, medios alternativos, no tienen restricciones, ahora han nacido, con inversiones millonarias que rápidamente se pagan, ante la facturación elevada que el mismo Instituto Federal Electoral avala, que obligan a las estaciones de radio y canales de televisión a comprobar, según sus pautas, que en efecto lo ordenado por la autoridad se transmitió. En este caso, el ahorro, que se pretendía y que dio nacimiento a esta nueva norma, fue un engaño; ahora el IFE gasta más en este esquema de monitoreo absurdo y basado, insistimos, en la cultura de la desconfianza.
Al mismo tiempo, ahora es un exceso el tiempo que el IFE ocupa para la difusión del mensaje de partidos políticos; tal vez pueda hablarse de equidad o equilibrio en los tiempos, pero enfrente de la radio y la televisión están los otros medios que sin limitantes ni restricciones pueden dar a conocer posturas. Resulta ahora que la radio y la televisión, medios por su inmediatez, penetración y bajo costo, son los que menos informan y menos orientan. Todo el mensaje electoral está basado en un control democrático que no acabamos de entender.
Por si fuera poco, los gobiernos no pueden, durante la temporada de veda que declare el propio IFE, difundir su actuar y su trabajo. Además, en el caso de estados vecinos, cual es el caso de Morelos y Estado de México, se debe respetar esa veda o censura, porque los canales y estaciones tienen presencia en el territorio en proceso electoral.
Sabemos que todo esto se ha discutido y que incluso la Suprema Corte de la Nación ha definido criterios constitucionales sobre las reformas; sin embargo, nosotros consideramos que si bien es cierto que ahora se puede hablar de Democracia en México, es indispensable y un factor elemental para entrar a su etapa de madurez que todo este sistema en nuestro país deje de estar basado, sustentado y regulado en base a la desconfianza.
Una vez que esto se logre, toda esta basura reglamentaria, aunque su proceso sea bajo la tutela de la Constitución, podrá ser abrogada y entrar al terreno de la libre competencia que debe darse entre hombres y mujeres con dignidad encaminados a gobernar a una sociedad que también sabe darse a respetar.