Ya adolescente las entonábamos con amigos en medio de esa “inconformidad creadora” de la juventud. Avanzó la vida, fuimos comprendiendo más la profundidad de sus letras y el por qué tuvo que vivir en México durante la dictadura militar en su Argentina.
Al principio era tararear, después tratar de memorizar y jamás, lo reconozco, cantar. Sin embargo, varias de las melodías y las letras son ejemplo a seguir. Tal vez sea el modo de morir, quizá el vino que en su memoria, con mi esposa, acabo de gozar.
Puede ser que los múltiples espacios que encontré en seguimiento a su asesinato o el impacto que en Querétaro capital, sufrí al enterarme de su desenlace.
La distorsión periodística me hizo informar de primera mano la mañana del sábado a algunos trovadores que, como debe ser, ganan la vida con guitarra, piano, violín, y otros muchos instrumentos, en la Plaza de Armas o de la Independencia, en los restaurantes 1800 y Mesón de Chucho el Roto, de la lamentable tragedia. Uno de ellos derramó su lágrimas y me dijo: “Se van los que tienen que quedarse”.
¿Los recuerdos? ¿La coincidencia de haber reencontrado a mi amigo de vida Gonzalo Medina Sañudo y su emoción recíproca después de 20 años? ¿Haber vivido un fin de semana de novio con mi hermosa y querida esposa María Isabel en esta temporada vacacional sin hijas? No lo sé, pero la notica impactó al periodista.
Pudo ser el programa “La Peña”, de Eduardo Helguera de Universal 102.9 MHz., que logró, con la guía de la entrevista lograda hace 10 años en su visita a Cuernavaca, llevarnos en el sentimiento del cantautor, que nos motivó a escribir hoy.
Pero sería absurdo intentar competir. Mucho menos igualarse. Menos restar espacio.
Mejor dos letras, pensamientos y mensajes del gran Facundo Cabral:
Cuando un amigo se va
Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río.
Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido.
Cuando un amigo se va se detienen los caminos y se empieza a revelar el duende manso del vino.
Cuando un amigo se va queda un terreno baldío que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío.
Cuando un amigo se va se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido.
Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.
El siguiente lo entoné, canté, o por lo menos eso intenté, con mi padrino Fortino siempre cerca. A la fecha mi gran amigo.
No soy de aquí
Me gusta el mar y la mujer cuando llora
las golondrinas y las malas señoras
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril.
Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes, pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés.
No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.
Me gusta estar tirado siempre en la arena
y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal.
No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.
Descanse en paz el rebelde, el hombre, el compositor, el cantante. El humanista.
Al aire
Gran aprendizaje después de dos horas a solas con mi hermano Gustavo y Manlio Fabio Beltrones. Él viajó por aire, su servidor por carretera. Él pudo acompañar a Francisco Moreno, este periodista no.
Un proyecto de nación, estrategia y compromiso, necesarios para el México que él vislumbra. Dos horas de charla a solas.
Son 354 días por delante y mucho falta por escribirse.