Con 16 votos de su bancada y en la búsqueda de 4 más para alcanzar la mayoría calificada, fracasaron en su intentona de reforma a la Ley Orgánica del Congreso y así evitar que la bancada del Partido de la Revolución Democrática presidiera la Junta Política y de Gobierno durante el último periodo de un año que iniciará en septiembre de este mismo año.
En lo legislativo, ante el estancamiento en negociaciones y presiones, se volvió a fallar a la sociedad y a la ciudadanía que les entregó su voto. Una y otra vez hemos escuchado a los diputados del Revolucionario Institucional que ellos ganaron todas con el voto directo de la gente, que ninguna de las curules que ellos ocupan son plurinominales, que ellos sí son verdaderos representantes del pueblo de Morelos. Nos preguntamos entonces, ¿por qué se empeñan en privilegiar los temas individuales por sobre los generales? ¿Por qué les es más importante el control político del Congreso que el cumplimiento en el análisis legislativo? ¿Por qué fue el tema de los dos últimos días del periodo una búsqueda afanosa por cargos, puestos, control, proyección por encima del cumplimiento en la labor legislativa, tiempos de convocatorias y decisiones trascendentales para el estado?
¿Qué sucede? ¿En realidad cuál es esa transformación que se da casi en automático al ser electo legislador, que parece oscurecer y olvidar las promesas realizadas en una campaña? ¿Cuál es el fenómeno que genera cambios radicales en esos seres humanos –mujeres y hombres- al ocupar ese asiento de piel, llamado curul, que los hace pensar más en ellos, en su futuro, en su destino, que en la grave y alta responsabilidad que tienen?
¿Qué se vivirá dentro de esas oficinas y qué se negociará para que corran el riesgo todos en conjunto para ser, como cada tres años, calificados como la peor legislatura que ha tenido Morelos? ¿Por qué corren el riesgo de regresar a sus comunidades y ante sus familias señalados como faltos a la legalidad por beneficiar por sobre la sociedad a otros intereses; los llamados partidistas, de grupo, personales, ideología política y cualquiera otro que les signifique privilegios?
¿Por qué –quien tenga la respuesta contéstenos y oriéntenos- arriesgan su prestigio, algunos como luchadores sociales, otros como empresarios, algunos más como políticos de carrera, los menos como ciudadanos nacientes en estas lides? ¿Por qué cuando se trabaja por generar credibilidad, imagen pública, fama positiva, tres años son suficientes para echar abajo lo que durante una vida se ha armado y sembrado?
¿Por qué es más importante la oportunidad electoral que se acerca y la candidatura que otorgará una oportunidad inmediata, que el poder regresar a casa, con los suyos, con la frente en alto, sabedor de que no se formó parte de una negociación que está deteniendo los avances que al estado, a su sociedad, a la gran mayoría de “afuera”, les son urgentes?
¿Hay alguna enfermedad o padecimiento, virus, bacteria cuya cepa sea desconocida y que genere estos cambios en las actitudes, compromisos, metas, promesas, horas de análisis y negociación, que los diputados padezcan? ¿Hay vacuna? ¿Existe tratamiento? ¿Es curable? ¿Existe algún hospital especializado en los muchos que se han abierto en Morelos, en México o en alguna parte del mundo? ¿Estará incluida su posible cura dentro del sistema de Seguridad Social que a ellos les corresponde, o tal vez en el Seguro de Gastos Médicos Mayores con que cada uno de ellos y que seguramente cubren con sus propios recursos? ¿Si el Seguro Social lo tiene, podría ser solidario con el pueblo de Morelos y permitir que allí sean atendidos? ¿Lo contemplará el Seguro Popular? ¿Algún laboratorio en el mundo que aunque sea en fase experimental se anime a proponerlos como conejillos de indias?
Sólo son algunos cuestionamientos que seguramente ni usted ni nosotros podemos contestar. Tal vez ellos pudieran darnos alguna orientación y hacernos entender el porqué surgen estas dudas aquí planteadas; de lo contrario, en verdad sería peligroso que ni siquiera ellos tuvieran la respuesta. Por supuesto que no queremos contestaciones a todas nuestras preguntas, por lo menos a aquellas que nos permitan comprender el devenir social, económico, político, electoral de nuestro estado.
Pendientes los conocemos todos y más claros son para ellos porque además saben que han fallado. Los recovecos jurídicos para salvar lo que ya trasgredieron por supuesto que los tienen; sus equipos de asesoría, tal vez no los mejores, por lo menos cuentan con tiempo para leer, estudiar, comparar, redactar y someterlo a su consideración. Seguramente encontrarán salidas jurídicas o tal vez políticas cual es su costumbre.
Sabemos de la insistencia de la propuesta de las candidaturas ciudadanas que entre otros objetivos buscan hacer a un lado a los partidos políticos como única alternativa para encontrar espacios de representación popular; también es sabido el empeño o estrategia de algunos institutos políticos de empujar a ciudadanos con alto prestigio, credibilidad, impacto social, para proponerlos como sus candidatos a diferentes espacios. Todo ellos es válido y bienvenido; sin embargo, ¿qué garantía tenemos que quienes lleguen con esta mecánica, fórmula, estrategia, engaño, fortuna, como se le quiera calificar, no serán víctimas de las mismas circunstancias?