Estados Unidos basa su desarrollo, crecimiento y estabilidad en la denominada Economía de Guerra; ninguno de sus gobernantes ha sido ajeno a esta práctica que los ha colocado en un liderazgo equívoco y a costa del maltrato y sometimiento de otras naciones.
Días antes de que la guerra contra Irak iniciara, Le Monde Diplomatique explicaba en su editorial:
“La guerra… es la consecuencia lógica de políticas de absorción de mercados y riquezas naturales por parte de los grandes países desarrollados, con Estados Unidos a la cabeza, que caracterizan a la globalización en curso. El historiador Eric Hobsbawn afirma que la razón por la cual ‘ningún estadista sensato’ decidió poner fin a la guerra ‘antes de que se destruyera el mundo de 1914’, fue que ‘a diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y concretos, la Primera Guerra Mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites’. Si esto fue así ya desde principios del siglo XX, tanto más ahora, cuando el salto científico y tecnológico ha borrado las fronteras y los mercados, y los recursos naturales, engullidos a velocidad pasmosa, se hacen escasos. Tal como ha comenzado el siglo XXI, la herramienta decisiva de la economía y la política será el aparato militar”.
Wayne igualmente explicó ante el Senado de su país que tendría como meta demostrar con hechos la importancia del factor económico en una relación bilateral cuyo aspecto más visible es la seguridad. Es de recordarse que la denominada Iniciativa Mérida le han significado a México más de 465 millones de dólares –faltarían 935 mdd- de los 1,400 que Norteamérica comprometió al gobierno calderonista en su lucha contra el narcotráfico.
La gran sorpresa, revelada por distintos medios y filtraciones, fue cuando inclusive las autoridades estadounidenses no sólo permitieron sino generaron la venta y el tráfico clandestino de armas a México, bajo el pretexto de seguir su ruta y con ellos intentar dar con los grupos de delincuentes en nuestra nación. El operativo llamado “rápido y furioso” permitió el tráfico de 2,000 armas de Estados Unidos a México; ante ello senadores de aquel país, el pasado 18 de julio, dieron una semana al FBI y la DEA para que presenten documentos que ayuden a esclarecer la posible participación de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) en el contrabando del trasiego de armas.
Más de 35 mil muertos ha dejado esta batalla en México desde diciembre de 2006. ¿Cuántos muertos deja una guerra? Tal vez más, tal vez menos. Para México y cualquier nación ésta es una cifra que refleja una lucha armada que por supuesto vulnera a su sociedad.
Exactamente como sucede y está documentado, en el campo de batalla se presentan abusos, de unos y de otros. Inocentes han sido víctimas de las bandas de delincuentes que asesinan sin cuartel; pero lo más grave es que la autoridad, nuestras policías y nuestro Ejército, no ha sido ajena a estos sucesos que no se limitan a supuestos accidentes o al fuego cruzado, sino a tortura y asesinatos, complicidades, como el asunto de Jethro Ramsés Sánchez Santana, en Morelos.
El antecesor en la Embajada de Estados Unidos, Carlos Pascual, fue forzado a renunciar en marzo de 2011, tras el escándalo provocado por el sitio WikiLeaks al dar a conocer cables diplomáticos en los que se expresó de manera crítica sobre la estrategia antidrogas del mandatario mexicano Felipe Calderón. Felipe Calderón se quejó directamente de los comentarios; muchos advertimos del error diplomático de solicitar su salida; sin embargo, el cese fue fulminante.
Los analistas exponen a Wayne como el segundo a cargo de la embajada en Kabul; en 2009 se desempeñó como el director para asuntos económicos y de desarrollo, supervisando la ayuda estadounidense no militar a Afganistán. Wayne fue embajador en Argentina entre noviembre del 2006 y junio de 2009; subsecretario de Estado para asuntos económicos entre junio de 2000 y junio de 2006. De 1989 y 1991, fue director de temas regionales para el embajador especial de Estados Unidos antiterrorista. Desde 2010 obtuvo la categoría de "embajador de carrera" , una de los más altos reconocimientos en el servicio exterior estadounidense.
Bienvenido sea el señor Anthony Wayne, pero no nos engañemos: este embajador, el anterior y quien venga, representa una Economía de Guerra que, todo apunta, seguirá siendo el soporte de aquella nación, independientemente del país al que se vulnere, o de donde sean los muertos que en esa lucha se vayan sumando.