Lo que es una realidad, pese a quien le pese, y que conste que hasta el clima fue favorecedor, es que la convocatoria resultó como se esperaba y la obra fue entregada; unos y otros, impulsores y críticos, tarde o temprano habrán de utilizarla, circularán por ella y serán favorecidos por su construcción.
Es triste percibir que haya quienes más le apuesten y estén atentos al primer accidente vial, a alguna descompostura de un vehículo que genere un estancamiento, a cualquier circunstancia que pueda generar crítica, que en ver sus privilegios a corto y largo alcance, o bien en exigir más obras similares que tanta falta le hacen a la capital morelense.
Obras similares las quisiéramos en la denominada glorieta de La Luna, tal vez en el cruce de las avenidas Teopanzolco y Plan de Ayala. ¿No ayudaría –nos preguntamos- en el difícil cruce de avenida Ávila Camacho y Calzada de los Compositores alguna obra que diera paso franco a las automovilistas que día a día dependen del encendido de una luz direccional para adivinar si irán hacia la derecha, izquierda o de frente? Y así podemos buscar esos diversos puntos de conflicto vial en que, aunque el día de su inauguración acudiera el mismísimo Plácido Domingo, la obra quedaría para la posteridad y la sociedad se vería beneficiada.
Debemos escuchar y por supuesto valorar la crítica, independientemente de ser o no favorecedores de algún proyecto, impulsores de algún candidato; como sociedad, esos cuestionamientos hacia la autoridad nos deben alertar. En efecto, la ceremonia inaugural del distribuidor vial en la zona norte de Cuernavaca fue una gran vitrina para el presidente municipal, Manuel Martínez Garrigós. Para nadie, es un secreto su aspiración para gobernar el estado de Morelos.
Pero también debemos ser muy astutos como futuros votantes en que muchos de los ataques y señalamientos tienen una alta carga política. Lo hemos sostenido en muy diversos foros, lo hemos aclarado en nuestros programas radiofónicos y televisivos: el periodismo no puede ser objetivo, en el entendido de que lo ejercen seres humanos; de nacimiento es subjetivo. El compromiso y reto, el profesionalismo en este oficio está en buscar la imparcialidad con el objetivo claro, único, de servir a la sociedad.
Estamos ciertos que el lector común, aquel que otorga credibilidad al comunicador, al medio que lo transmite, le sería difícil discernir cuándo una nota es meramente informativa, cuándo tiene una carga editorial o cuándo es publicada por encargo. Lo cierto es, y ante ello debemos compartirlo con nuestros lectores, que ataques y críticas, chismes y diretes, señalamientos y desmentidos, irán subiendo de tono conforme se acerquen las fechas de definición de las candidaturas para la contienda de 2012.
En fecha muy próxima seremos bombardeados por cifras estadísticas, unas levantadas por profesionales, pero la mayoría por encargo. Conoceremos también de datos, muy alejados de la ciencia, aportados por empresas, que al mejor postor, indicarán preferencias sin sustento más que la factura que habrán de cobrar.
Seremos inundados de nombres, la mayoría de origen extranjero, difíciles de leer y pronunciar –ese malinchismo nuestro es bien aprovechado-, que nos darán datos, cifras, tendencias, preferencias, favoritismos, ventajas, que resaltarán la presencia de unos y otros. Los medios de comunicación, desafortunadamente, se han subido a este juego que lejos de aportar a la democracia, generan desinformación y como consecuencia más desconfianza.
El distribuidor vial, antes, durante y después de 2012, allí estará. Como lo están los puentes construidos en tiempos de José Raúl Hernández Ávila y Sergio Estrada Cajigal; el de Pericón, Cuernavaca 2000, y el Cuernavaca, para ser precisos. Todos ellos generaron críticas en su momento, pero son utilizados por miles de automovilistas. La historia nos remonta a dos que actualmente son emblemáticos y de gran servicio: el del “Túnel” o el “Porfirio Díaz” en la barranca de Amanalco.
En fin. Desde la madrugada de este domingo 31 de julio, los automovilistas encuentran la alternativa de cruzar por encima o debajo, rodear o cruzar, esta obra de ingeniería.