El diario Excélsior publicó en su versión digital:
La inseguridad que azota al país le cuesta a los mexicanos hasta 20 mil millones de dólares al año y golpea al sector más desprotegido, con el incremento del 1.5% en los índices de pobreza multidimensional, revela el doctor en Economía José Luis de la Cruz, director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Instituto Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México.
El investigador destacó que de acuerdo al estudio 'Perspectivas Económicas de México 2011: El corolario de una década perdida' realizado por dicho centro de investigación, el dinero que se pierde por la ola de violencia, es mayor al presupuesto anual otorgado por la Federación al Estado de México o al Distrito Federal.
Destacó que al hacer un comparativo entre el incremento de la denuncia de actos delictivos y el aumento en los índices de pobreza en los últimos 10 años, se encontró que la inseguridad ha sido, en los últimos años, un detonante de pobreza en México, con 'crecimiento económico nulo'.
Por su parte, también en digital, El Universal detalla:
Durante 2010 la incidencia delictiva ascendió a 22 millones 714 mil 927 delitos del fuero común que están asociados a 17 millones 847 mil 550 víctimas mayores de 18 años, según estimaciones basadas en la Encuesta nacional de victimización y percepción sobre seguridad pública 2011, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática (INEGI).
De esta cifra, 20 millones 897 mil 336 delitos no fueron denunciados, por lo que no se inicio una denuncia o averiguación previa, lo que representa una cifra negra de 92% de los delitos cometidos durante el año pasado.
Adrián Franco, director general adjunto de información de Gobierno, Seguridad Pública e Impartición de Justicia del INEGI, dijo que con base en estas cifras se puede estimar que a consecuencia de la inseguridad y el delito, los costos económicos representan más de 210 mil millones de pesos.
“Esto es 1.53% del Producto Interno Bruto (PIB) del país”, dijo el funcionario, quien señaló que los hogares mexicanos han desembolsado más de 48 mil millones de pesos en la adopción de medidas preventivas para su seguridad como cambio de cerraduras, colocación de rejas o bardas, entre otras.
Seguramente, con estos datos estadísticos, podemos muchos de nosotros, sumarnos y ubicarnos en varios de ellos. ¿Cuántas veces hemos decidido no acudir ante la instancia ministerial sabedores del maltrato al cual nos enfrentaremos? En todo caso, la exigencia de las empresas de telefonía celular de entregarles un acta de denuncia por robo con violencia para poder aplicar el seguro y recuperar el móvil, que en su mayoría es por extravío, es lo que nos acerca a esa barandilla.
La pobreza. Tal vez no todos nuestros lectores estén en ese extremo, pero la gran mayoría hemos tenido rachas que en ocasiones parecen irremediables. Una clase media hundida en pagos hipotecarios, créditos bancarios vía tarjetas que tal parecen buscar exactamente eso: saturar al cliente y hacerlo caer en moratoria. A fin de cuentas el anatocismo –el cobro de interés sobre interés- aplica sin limitante y significa el gran negocio para esos capitales extranjeros.
Aquellos que han caído en la desgracia de la pobreza o que no han conocido otra forma de vida, ahí permanecen sin expectativas. No es difícil ver a esas familias que conocimos, que nos han trabajado, que hemos tal vez apoyado, y percibir que sus descendientes siguen en esa misma posición mermada y lacerante. Las oportunidades son mínimas.
¿Qué decir de la cultura de la denuncia? Por supuesto que la apoyamos e impulsamos; la enaltecemos y la distinguimos. Pero es más fuerte la cultura de la desconfianza.
No existe credibilidad ni en la autoridad investigadora ni en la administradora de justicia. Hemos llegado a niveles que deben generar un cambio urgente en nuestro país; las pruebas periciales, la que se supone hacen expertos en materias diversas, tampoco gozan ya de la confianza de familiares e inclusive de la sociedad.
Claro que en ellas se basan las resoluciones, órdenes de aprehensión, sentencias condenatorias o absolutorias; pero, y hay muchos peros, la sociedad ya no confiamos.
Estos datos estadísticos hablan por sí solos. Aunque habría que sumar y ya analizamos algunos de ellos en estas mismas páginas, como el tema educativo, el de salud, investigación y un sinnúmero de espacios en los cuáles México dista mucho de ubicarse en ligares dignos ante el mundo. No es gratuito que el nombre de uno de los estudios hable del corolario de una década perdida.