Zona Sur
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19-S: La mirada del comunicador

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Todo comenzó a moverse, y por un segundo creí que sería pasajero, pero de pronto fue casi imposible mantenerse en pie; a mi alrededor todo empezó a caer. Sentí que las paredes se caerían y decidí salir a la calle, donde ya todos gritaban. Pude observar cómo las construcciones se mecían como si para ir de un lado a otro tomaran impulso; segura estaba que todo se derrumbaría y aunque en ese punto no fue así, kilómetros adelante sí sucedió.

El movimiento de la tierra, junto con un estruendo subterráneo, fue estremecedor: un miedo me invadió, se mantiene ahí, casi intacto; a la fecha ha sido casi imposible conciliar el sueño. Lo primero que pensé fue en mis hijos y la ansiedad de reunirme con ellos, de saber que estaban bien.

Fue imposible no sentir miedo en todo el cuerpo cuando a lo lejos se observaban enormes nubes de polvo que confirmaban la tragedia. La circulación complicaba los traslados, el acceso a la cabecera de Jojutla era prácticamente imposible y muchos –entre ellos mi hijo– prefirieron correr para reunirse con sus familiares.

El terremoto que ocurrió a las 13:14 horas de aquel martes 19 de septiembre fue el estreno de muchos de nosotros los reporteros de Morelos, particularmente de la zona sur, para dar cobertura a un acontecimiento de esta magnitud, del cual además teníamos que ponernos a salvo, asimilarlo y saber que estaban bien nuestras familias.

Como reporteros de nota diaria, de cumplir con la “cuota” (como decimos comúnmente en el medio), nunca imaginamos que nos tocaría cubrir un terremoto, menos en nuestra casa, en nuestra tierra, donde crecimos y seguimos viviendo, afortunadamente.

Un golpe al corazón

El golpe de este terremoto para los reporteros de la zona surponiente fue directo al corazón: se derrumbaron espacios que formaban parte de nuestra vida, del trabajo diario. El dolor de ver nuestra casa (Jojutla y sus alrededores) devastada.

Además de continuar realizando nuestro trabajo, el dolor nos movilizó a realizar labores de apoyo de distribución de despensas, alimentos preparados, cobijas y demás objetos que pueden ser de utilidad para quienes hoy perdieron su patrimonio.

También nos hemos enfocado en orientar a los rescatistas que acuden a brindar apoyo. Las jornadas laborales han sido intensas y se ha tenido que caminar entre los escombros, entre el dolor, entre el sufrimiento. Incluso nos hemos sentado en el pasto de los albergues a escribir para enviar a nuestras redacciones el material del día, donde, en algunos casos, también se nos han brindado alimentos.

A más de tres semanas del terremoto, el trabajo continúa y en muchos casos seguimos aún sin asimilar lo sucedido, las imágenes siguen siendo desgarradoras: imágenes de rostros angustiados porque el apoyo real que actualmente se requiere es para volver a levantar sus casas, su negocio: el patrimonio que con años las familias morelenses lograron obtener, y simplemente no hay fecha de entrega de estos apoyos.

La rutina ha tratado de normalizarse. Sin embargo, la nota diaria sigue relacionada con el 19 de septiembre. Poco a poco los medios nacionales se han alejado de lo que sucede en Jojutla, en la región surponiente, en todo Morelos. El sueño ha sido imposible de conciliar, aun con el paso de las semanas.

Como reporteros, nos queda completamente claro que ya nada volverá a ser igual, pero eso no quiere decir que no pueda ser mejor.

 

 

Iram Zambrano Hernández, reportero de Radio Fórmula

“Hasta el día de hoy he tratado de quitarme ese miedo”

Iram Zambrano fue uno de los primeros, por no decir que el único, que captó las imágenes del movimiento, ya que se encontraba justo en la calle Constitución del 57 de Jojutla. Una semana después intentamos ingresar con él hasta el punto donde se encontraba cuando sucedió el terremoto. Aunque fue imposible porque la zona se encuentra acordonada (avenida Constitución del 57), recordó aquel recorrido que realizó entre los escombros donde apenas pudo identificar cómo estuvo en ese lugar en ese momento, una de las principales avenidas comerciales devastada de esta ciudad.

“Ese día traía mi celular en la mano, y en ese momento lo que hice fue grabar los primeros segundos; nunca en mi vida me imaginé que segundos después ese camino, que antes había recorrido, lo iba a ver prácticamente derrumbarse”, rememora Zambrano.

Tiene en mente la imagen de una tienda que se mecía y golpeaba las edificaciones de los costados. “Sin darme cuenta, estaba debajo de los cables, y lo que hice fue moverme; encontré a un hombre afuera de una tienda que le cayó parte de plafón y grité que había una persona lesionada.”

Ahora “no recuerdo ninguno de los rostros que encontré en ese momento; llegué a lo que era la terminal de autobuses y ahí grité si estaban bien. Alguien salió y me dijo que sí. Me di la vuelta y regresé a la calle Himno Nacional, donde vi una construcción derrumbada, mucha gente ayudando a remover escombros porque había una persona atrapada, mientras que en la acera de enfrente una mujer de la tercera edad era atendida por lesiones. Al ver la situación, mi instinto humano me hizo dejar de grabar y ponerme a ayudar”, relata.

“No me di cuenta cuánto tiempo estuve ahí, ni cuándo decido regresar al zócalo; pero ya ahí, me encuentro con uno de mis compañeros con quien minutos antes nos habíamos separado y me señala entre los escombros de la presidencia… Con una voz que se le quebraba y una mirada de miedo, me dijo: ‘Hay dos personas muertas ahí’. Pero de momento no distinguía los cuerpos y me dispuse a grabar, comencé a rodear las instalaciones de la presidencia cuando observé a un chico en la parte superior que gritaba, desesperado, con una voz de miedo pedía ayuda. Decía que iba a volver a temblar y se iba a caer. Dejé de grabar y busqué una escalera en uno de los negocios que vi, una tienda de muebles para pedir una escalera porque había una persona atrapada. Me la prestó y regresé al lugar y logramos que bajara, casi ileso”.

A pesar de las condiciones de la estructura de la presidencia, continúa, “junto con otra persona, intenté subir porque nos decían que había otra persona atrapada, pero se nos indicó que bajáramos porque el edificio podía colapsar. En ese momento me di cuenta de la magnitud de la situación que estábamos viviendo y automáticamente me entró una desesperación enorme porque comencé a tratar de marcarle a la mamá de mi hija y no me contestaba; mi hija estudia en un plantel muy humilde en la comunidad de Tetelpa, municipio de Zacatepec, pero no me contestaba”.

“Comencé a correr por Constitución del 57 y avenida Universidad para ir a buscarla; pedí a un chico que iba en moto que me llevara. Me dejó en el crucero de Galeana, donde recibí una llamada de la madre de mi hija y me dijo que no me preocupara, que mi hija estaba bien. Entonces surgió la necesidad de saber que la familia estaba bien. Aunque ya tarde, confirmé que la casa de uno de mis hermanos se había caído. También pude ver a mi hija: eso me consoló muchísimo. La abracé y lloré, pero en ese momento me sequé las lágrimas y regresé al zócalo de Jojutla a seguir con la labor informativa”.

“Hasta el día de hoy he tratado de quitarme ese miedo. La noche del martes 19 llegué a la casa, comencé a hacer el aseo, tirar las cosas que se dañaron, que se destruyeron; no quedó más que solamente volver a lavarme la cara en el lavabo destruido, cambiarme mi camisa, ponerme el chaleco y la acreditación y salir a trabajar y recabar testimonios de lo acontecido. Han sido momentos muy difíciles”. A siete días del terremoto, el reportero no había podido ver a su hija, debido a la intensidad del trabajo.
Iram Zambrano considera que si los periodistas no hubiéramos informado lo que pasaba, quizá nadie hubiera volteado a ver a Jojutla ni saber la magnitud de lo que había sucedido en la zona sur de Morelos.

Denys Salgado Tabales, reportera de ADN Morelos y Cadena Sur Multimedios

“Todos estamos improvisando. Hasta nosotros, con la labor informativa, pero lo hacemos con todo el corazón”

La mañana del martes 19 de septiembre, Denys Salgado se encontraba en el simulacro que se realizaba en conmemoración al terremoto de 1985, en las instalaciones de la presidencia municipal de Tlaquiltenango.

Se había quedado en el lugar, con dos compañeros más; estaba sentada en el suelo cuando comenzó el movimiento. Entonces se percató de que se derrumbaba parte de la presidencia. “Salí corriendo para el zócalo de Tlaquiltenango; ahí vi que se caían escombros de la iglesia, se derrumbaba la Conasupo, el jardín de niños. Levanté imagen aquí y me fui a Jojutla; comencé a caminar sobre la colonia Cuauhtémoc: todo destruido, algo que en mi vida me imaginé que iba a ver; todo estaba destruido, estaba Jojutla bajo los escombros. Realmente veía el dolor y la desesperación en la cara de la gente”, recuerda.

Hasta ese momento, había confirmado que su familia, que vive en la comunidad Huatecalco del municipio de Tlaltizapán, estaba bien, según le había dicho su padre, quien le mencionó que la casa sólo tenía una fractura. “‘Pero estamos bien’, me dijo”.

“Con esa certeza de que mi familia estaba bien, de que no había pasado nada, seguí mi trabajo; me empecé a involucrar en las labores de apoyo en Tlaquiltenango y seguí mandando información para los medios en que trabajo y fue hasta la noche en que seguía trabajando, alrededor de las ocho o nueve de la noche, cuando recibí una llamada de mi hermano que me daba la noticia de que la casa se había derrumbado…”

“Me dolió mucho llegar hasta esa hora y no haber estado con ellos en el momento en que esto pasó, por mi trabajo; yo andaba levantando imágenes de las familias que se les había caído su casa, cuando mi casa también estaba en ruinas”.

“En Morelos nunca habíamos pasado una situación así, no estábamos preparados para esto, todos estamos improvisando. Hasta nosotros, con la labor informativa, pero lo hacemos con todo el corazón”, reflexiona Denys ante la catástrofe.

Conforme transcurrían las horas, a las zonas de mayor desastre llegaban equipos de reporteros de medios nacionales e incluso internacionales, así como a reporteros que daban comúnmente cobertura estatal (es decir, que sólo se mantenían en la capital del estado), pero después del 19 de septiembre permanecían durante largas jornadas laborales recorriendo distintos puntos de la región surponiente.

Óscar Guadarrama Torres, corresponsal de UnoTV, CNN, Telemundo y la Agencia Reuters

“Cuando llegamos a Jojutla, definitivamente encontramos un caos, parecía una zona de guerra; era algo que nunca había vivido”

Junto con otros colegas, Óscar Guadarrama se encontraba en Cuernavaca el día del sismo. En ese momento –comenta–, la noticia más impactante era la caída de la Torre Latinoamericana de la capital morelense; de pronto comenzó a llegar información de los compañeros de la zona sur diciendo que Jojutla era una zona de desastre, relata.

“Cuando llegamos a Jojutla, definitivamente encontramos un caos, parecía una zona de guerra; era algo que nunca había vivido, ver a la gente asustada, sin saber qué hacer, todo devastado… Desde entonces hemos estado dando cobertura en Jojutla, donde llegamos desde muy temprano y estamos hasta muy tarde por los horarios de enlaces. En lo personal, desde las cinco de la mañana estoy entrando en enlaces y aquí estoy por jornadas largas, ya que por la noche hacemos un enlace en vivo en la zona de desastre y aquí hemos tenido que permanecer hasta las nueve o diez de la noche”, cuenta.

Para Óscar, lo más impresionante de esta cobertura ha sido el hecho de ver los rostros de la gente con sus niños que han perdido todo: “Cuando veo un niño, sí duele porque yo tengo una hija y sí es triste ver que lloran o están asustados porque lo han perdido todo”.

Como la mayoría de los reporteros de Morelos, reconoce que no estábamos preparados para dar cobertura a un hecho de esta naturaleza. “La preparación viene con la experiencia y esto sí fue algo que no habíamos vivido: definitivamente si nos deja la experiencia. Esta vez fue el hecho de hacerlo y sacarlo adelante, hacer la chamaba como podamos y va saliendo. Nos deja una vivencia profesional enorme. Definitivamente a Jojutla le costará trabajo levantarse, pero se observa la gente animosa y no será imposible”.

Jaime Guerrero, periodista de Televisión Azteca de la Ciudad de México

“La tragedia dio la oportunidad a periodistas nacionales de conocer el municipio de Jojutla por primera vez”.

Jaime Guerrero, periodista de TV Azteca, reconoce que “a Jojutla sólo lo conocía por el paso a Acapulco o a Tequesquitengo. “Esto es una oportunidad para Jojutla porque hoy el mundo está pendiente de lo que pasa aquí. Hay gente que me dice que se destruyó toda una historia, y yo le contestó que ahora ustedes tienen la oportunidad de escribir una nueva historia. Y sería padre que pudieran levantar algo que honre a sus antepasados y a las nuevas generaciones”.

Para él, el martes 19 de septiembre era un día común. Pasado el sismo recibió la orden de trasladarse a Jojutla. “Lo único que había llegado a la redacción es que estaba muy mal y teníamos que venir con urgencia. Todo el equipo salió con lo que traía puesto, yo llegué con la ropa de un traje que era lo que traía puesto. Algunos de mis compañeros tardaron tres días en cambiarse una camisa; yo, dos días en quitarme el pantalón estorboso del traje. Tenía unos tenis del gimnasio –que había ido por la mañana y que había dejado en el auto–, tomé mi mochila, nos dieron la camioneta y nos venimos. Pero había muchísimo tráfico en la Ciudad de México, que estaba también colapsada; llegamos aproximadamente a las 10:30 de la noche del mismo martes”.

A Jaime lo acompañaron durante poco más de siete días en Jojutla dos ingenieros, un chico de una planta de luz, el camarógrafo y el editor.

“Llegamos hasta el centro de Jojutla; ahí empezamos a caminar y encontramos la presidencia municipal. Al principio pensé que las dimensiones que había alcanzado el terremoto eran como las que se habían registrado en Juchitán, Oaxaca, donde también había colapsado la presidencia. Hasta ahí me quedé. Empezamos a documentar que había vehículos aplastados, había calles en completa oscuridad, testimonios de gente desesperada que cuándo se iban a poder recuperar, que había muchos muertos. Pero teníamos muy poca conexión telefónica y yo tampoco tenía la posibilidad de explicarles lo que había pasado, cómo había pasado y las dimensiones”, recuerda.

Al día siguiente “a dos calles de la Alameda hicimos una transmisión y nosotros directamente estábamos conociendo lo que había pasado ahí; yo creo que pocas veces este país había estado en un desastre económico como el que se va a registrar aquí, en la Ciudad de México, Puebla, en los municipios de Morelos, su capital, Cuernavaca”.

Con 25 años ejerciendo el periodismo, ha dado cobertura a desgracias como en Chiapas por tormentas tropicales; en Haití; en Concepción, Chile, donde estuvo por ocho días.

Jésica Zermeño Núñez, corresponsal titular del noticiero Univisión en México

“Las primeras impresiones de Jojutla fue ver a la gente velando a sus muertos en plena calle porque las casas se habían derrumbado. Fue muy fuerte esa imagen”

Jésica se enteró de la tragedia en Jojutla por una llamada donde le preguntaban qué sabía del terremoto en Morelos. “Yo no estaba en la Ciudad de México; estaba en Coahuila, haciendo un reportaje. De ahí nos venimos en un jet privado prácticamente hasta Toluca, y de ahí a Morelos. No conocía Jojutla; alguna vez vine, pero no recuerdo mucho. Hoy regreso y veo a Jojutla devastada, donde hay una crisis grande que aún no se nota, ha llegado mucha ayuda, pero la gente de fuera se irá poco a poco, cuando aún faltará lo más importante: la reconstrucción”.

Jésica Zermeño ha realizado coberturas de desastres naturales en distintos lugares del país, y a pesar de que está familiarizada con estas contingencias, no se ha acostumbrado a ver el dolor, a ver la tragedia, pero está preparada para las largas jornadas.

 

 

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Nora Celia Domínguez

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