Jojutla. En su más reciente exposición, René García Reyes muestra cinco etapas de su carrera como artista plástico.
Englobada como “El juguete popular mexicano, retrospectiva plástica de René García Reyes”, el pintor morelense dijo que en estas piezas están representadas sus cinco preocupaciones más significativas en todo este tiempo que se ha dedicado a la pintura y la enseñanza de las artes gráficas.
Esta selección de 80 cuadros es, a la fecha, la más completa muestra de la obra pictórica del artista morelense, y reúne Alacenas mexicanas, Mosaicos, Alegorías, Miniaturas y El juguete popular mexicano
Se inauguró el 22 de diciembre y concluye el 22 de febrero de 2024 en la Galería de Arte de Jojutla, ubicada en la parte alta de la biblioteca municipal Adolfo López Mateos, en el Centro de la cabecera municipal.
“Particularmente con ‘El Juguete popular mexicano’, que es la exposición central, mi intención es recordar el encanto de los juguetes hechos artesanalmente, hechos a mano, de madera, de tela, de cartón y hasta de barro. Mi interés es que se preserve con mis pinturas esa etapa de nuestra cultura y nuestras costumbres mexicanas. Así, vemos en mi exposición niños posando con su juguete favorito, o montados en sus caballo de palo o jugando en grupo a la cuerda, a las canicas o a la lotería”, explicó René García Reyes.
En esta colección se pueden observar escenas cotidianas de gentes de pueblo, mujeres y hombres en pareja o en grupo, músicos, artistas, transeúntes; sobresalen los niños y niñas viendo de frente al pintor mientras sostienen un juguete o están abstraídos en el juego, dentro o fuera de la casa, en los patios, en la calle.
Es casi imposible dejar de observar los marcos que soportan a varias de sus pinturas: están cuidadosamente decorados con objetos reciclados de lata o de metal.
Para muchos, el estilo figurativo de las pinturas del maestro René se encuentran dentro de la corriente del arte naif o naïf (del francés naïf, 'ingenuo'), que se caracteriza por reflejar la realidad con deliberada ingenuidad, aparentemente infantil, y con poesía y simplicidad (según el diccionario de la Real Academia Española). La espontaneidad, el autodidactismo de los artistas, los colores brillantes y contrastados y la interpretación libre de la perspectiva o incluso la ausencia de ella, son sus atributos.
Sin embargo, la pintura de René tiene sólo rasgos de naif, él no es ningún artista improvisado y domina varias disciplinas y técnicas de las artes pláticas.
Por otro lado, el pintor morelense no está encerrado en esa manera de interpretar o plasmar sus motivos y preocupaciones. Después de muchos años de práctica y experiencia en las artes llegó a esta forma de expresión con la que se sintió libre y capaz de expresar sus emociones, pensamientos y sentimientos.
El niño artista
René supo desde que era muy pequeño que quería pintar. En preescolar, en la primaria y en la secundaria siempre andaba dibujando. Mientras los demás jugaban él los dibujaba. Los alumnos y las maestras se ponían alrededor de él para ver cómo representaba a lápiz y con colores los juegos y actividades de sus compañeros.
Quedó huérfano de padre a los 13 años, su mamá se volvió a casar y como su padrastro trabajaba en una fábrica del alcohol, se fueron a Zacatepec, donde vivieron 20 años.
René trabajó como obrero eventual en el ingenio, en los procesos del área de molinos. Cuando acababa la zafra y comenzaba el trabajo de reparación él descansaba.
Su padrastro le decía que no estudiara, que el futuro estaba en el ingenio: “Ahí te vas a quedar, pero hay que hacer méritos, haz lo que te manden a hacer y hazlo bien, hay que hacer antigüedad para que te den una plaza”, le aconsejaba.
René, guiado por su interés en la pintura, ahorraba su dinero del trabajo en el ingenio y se iba a Cuernavaca, a tomar talleres de arte en el Instituto Regional de Bellas Artes en Cuernavaca; allí participaba con niños desde los 7 años hasta adultos mayores. Por la tarde tomaba clases de dibujo y pintura y en las mañanas grabado y escultura.
Ahí, de 1972 a 1976, realizó un diplomado de dibujo y pintura con el profesor Armando Kramsky, quien le ofreció viajar a la Ciudad de México, a la Escuela Nacional de Restauración de Churubusco, con Manuel Serrato, con quien tomaría una especialización de restauración de pintura de caballete y pintura mural: “Vas a aprender restauración y te van a pagar”, le dijo; René no lo pensó dos veces y se fue, en 1979, a la capital del país.
Un año después, Serrano le avisó que había posibilidad de trabajar en la Dirección General de Patrimonio del Departamento de Bienes Artísticos y Culturales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en un programa de restauración del edificio de la Santa Inquisición, en la Plaza de Santo Domingo del Centro Histórico; René tomó esa oportunidad y trabajó en el edificio de 1980 hasta 1985, como restaurador, pero su trabajo fue interrumpido por el terremoto.
El maestro René relata que ésta ha sido una de las etapas más importantes de su vida porque se dedicó a trabajar y aprender.
“Después del trabajo de restauración me iba a los museos, a las conferencias, a las charlas sobre arquitectura, pintura, literatura, poesía; ahí conocí a Manuel Felguérez, a Raquel Tibol y a muchos artistas y críticos.
También tomaba clases o talleres. El 1986 me inscribí en la Escuela Nacional de Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes, a talla en madera. Después, en 1987 regresé a Morelos, de Zacatepec, nos fuimos a Jojutla, a la Unidad Morelos”.
Los niños y el arte popular
Para René hay dos hechos que definieron su manera de pintar, incluso sus motivos: su adscripción como maestro de iniciación artística en el área de artes plásticas en el Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca (IRBAC) de 1988 a 1993 en Tepoztlán y, por esas épocas, su visita a una iglesia convertida en museo de arte popular, sobre Paseo de la Reforma, por la Alameda Central, en la Ciudad de México.
“Las clases de iniciación artística las daba en Tepoztlán, en una primaria, tenía seis grupos y daba clases tres días por semana.
Mi trabajo con estos niños fue enriquecedor porque comencé a entender que no todo era realismo y técnica, los niños representaban de una manera extraordinaria y espontánea su manera de ver la realidad y de sentir, sin técnicas, sin reglas, de manera muy libre. Se pintaban ellos, a su familia, a sus amigos, sus comunidades; hicimos unos murales con papel kraft en donde los pequeños plasmaron su pueblo, los autobuses llegando a su pueblo, las plazas; también realizamos exposiciones y eran extraordinarias. Ellos y su manera de representar la realidad y lo que pensaban y sentían influyó mucho en mí y en mi pintura. En 1990 comencé a pintar retratos de niños.
Mi visita al Museo de Arte Popular en la Ciudad de México fue un hallazgo. Cuando estuve ahí, no lo podía creer, quedé anonadado. En él había representaciones de todos los estados de la república mexicana, juguetes, utensilios, platos, muebles, y desde luego pinturas. Me acuerdo de unos muebles decorados en madera, una combinación de colores increíble, obras de arte útiles, una silla, una mesa; ahora sé que se llaman arte objeto, tiene una función útil, pero son artística cuando el artesano o artista las interviene. Ahí descubrí lo que es el arte naif. Cuadros de fiestas, bodas, escenas en los parques. Estos pintores son cronistas de su tiempo y espacio, lo retratan, no tienen una gran técnica, pero plasman una realidad inmediata con detalles únicos como la combinación de colores, las formas. En 1992 comencé a incorporar en mis pinturas todo este mundo”.
Regresar a la libertad y a lo ingenuo
René García Reyes reconoce que en cada pintura está una experiencia acumulada desde que era un niño y se abstraía dibujando en el patio de la escuela, hasta los talleres, diplomados, especializaciones que hizo, además de la práctica en los diferentes proyectos en los que participó.
Todo ese conocimiento adquirido, todas esas vivencias están en sus pinturas y sus marcos, de ahí que su aparente estilo cándido, ingenuo, sea un pretexto, un elemento para lograr una expresividad que distingue sus cuadros.
René, el pintor, no es espontáneo ni autodidacta, y esto no le resta mérito, todo lo contrario, convierte a su pintura en una ventana que tiene más niveles de interpretación que una realidad inmediata.
Como mero ejemplo, algunos gatos que están en las pinturas de René no aparecen ahí porque generalmente están cerca de los humanos en la percepción de los pintores naif; el felino, en este caso, es una representación del amor, la paz, la protección, la fortuna, el misterio incluso.
“Mis cuadros representan escenas de lo cotidiano, son recuerdos de lugares, cosas y personas que a mí me ha gustado pintar porque de esa manera no se olvidan, siguen vivos, son momentos de placer que he querido recordar por medio de la pintura y compartirlo. Los momentos placenteros se han quedado en el pasado, pero una forma de perpetuarlos es recordarlos y plasmarlo, de esta manera no sólo disfruto yo como autor, me permite compartir estos momentos con todas las personas que se acerquen a mi obra”, explicó el artista plástico.
La decoración de los marcos que tanto llaman la atención es el resultado de un aprendizaje y una observación:
“Los comencé a decorar a partir de una visita al Museo del Virreinato, que se ubica a un costado del Palacio Nacional, del arzobispado, en la Ciudad de México; ahí hay infinidad de obra enmarcada en plata, filigrana, marcos extraordinarios. Yo comencé a decorar mis cuadros con metal reciclado, lo que tengo a la mano; le da textura al soporte, además de que conozco la madera porque estuve en un taller de talla”, relató.
Desde 1997 a la fecha es responsable del taller de artes plásticas del centro cultural Las Águilas del ISSSTE y en el IMSS en el estado de Morelos, en este último logró su jubilación.
Imparte clases particulares de pintura en su taller en el municipio de Jojutla.
Como artista plástico ha participado en exposiciones individuales y colectivas en varios municipios de Morelos y en la Ciudad de México.
Su primera exposición individual fue Alegorías, en 1992, en el Centro Cultural Universitario; eran 30 piezas divididas en tres épocas, la prehispánica, la conquista y la época moderna.