Miacatlán.- Las ofrendas colgantes son una tradición prehispánica que aún preservan familias de la comunidad indígena de Coatetelco, como parte de los usos y costumbres de este lugar con motivo de los festejos del Día de Muertos.
Teódula Alemán Cleto, originaria de Coatetelco y cronista de ese poblado, resaltó que esta tradición viene desde la época prehispánica, ya que los antepasados siempre respetaron a los muertos; como parte de ello, ofrecían pan, chocolate y mole verde con tamales de masa blanca “a aquellos que se han adelantado en el camino de la vida dando paso a la muerte”.
En entrevista, la cronista de la comunidad precisó que aún hay familias que continúan instalando sus ofrendas colgantes, además de que los jóvenes también lo realizan en sus concursos y actividades escolares como parte del patrimonio cultural de esa comunidad indígena.
“Son bastantes aún las familias que siguen poniendo estas ofrendas en su Huatlapechtle: es decir, una base de carrizo verde envuelto con hojas de plátano y colgada sobre la viga del techo de las casas. Otros ya la ponen en mesa, pero igual la tradición de celebrar a los difuntos es una de las más características de la comunidad”, comentó Alemán Cleto.
Los habitantes instalan las ofrendas desde el 31 de octubre para recibir las almas de los menores de 15 años; todos los recipientes de los alimentos deben de ser de barro, pequeños y nuevos, como parte de la costumbre de los lugareños.
Esta ofrenda debe contar con 12 cazuelas pequeñas de barro con mole verde, cada una con una pieza de gallina, 12 jarros con chocolate en agua, 12 panes, tamales de masa blanca (sin importar la cantidad de ellos), fruta (manzana, naranja, plátano macho, ciruelas, mandarinas, etc.), pan, calabaza en dulce, tablillas de chocolate criollo y seis floreros de barro (uno en cada esquina de la base colgante, otro más en el centro y uno debajo de la base colgante), todos con cempasúchil, además de velas, veladoras, agua y sal.
En algunos casos también acostumbran colocar juguetes, ropa para niño o alguna imagen según la tradición de cada familia.
La cronista de la comunidad mencionó que los 12 alimentos y recipientes que debe tener la ofrenda colgante para las almas de los niños corresponden a la creencia de los antepasados, ya que en la época prehispánica consideraban seis puntos cardinales: norte, sur, nororiente, surponiente, cielo y tierra; además de los cuatro elementos –agua, aire, tierra y fuego– así como los dos encuentros entre muertos y vivos y viceversa.
Teódula Alemán comentó que esta ofrenda se cambia al mediodía del 1 de noviembre para colocar la ofrenda a los “grandes”, es decir, a las almas de los adultos.
Para estos casos, el Huatlapechtle debe contener recipientes de barro (platos, cazuelas y jarros) nuevos. “Ahí ya se colocan los alimentos en recipientes más grandes, sin ningún número definido, desde el mole verde, la calabaza en dulce, la fruta; también se coloca aguardiente (bebidas alcohólicas de la preferencia del finado), cigarros, refresco… Esta ofrenda también debe llevar sal, agua, velas y copal”, explicó.
La cronista recordó que esta ofrenda es una tradición milenaria y los habitantes de la comunidad se comienzan a preparar desde uno o dos meses de antes del Día de Muertos.
“Todos los productos son colocados en recipientes de barro, pero todo debe ser nuevo, nada usado, porque cuando se le ponga el agua debe oler a barro, ya que para nuestros antepasados el aroma del barro, del pan, del mole, es alimento para nuestros difuntos. Aquí todavía encontramos algunas raíces de nuestra cultura prehispánica”, dijo.
Agregó que junto con esta ofrenda colgante se construye un camino que permita guiar a las almas que vendrán este día a degustar de lo que se les ha ofrendado, además de que se realiza un ritual paseando el copal para dar la bienvenida a los difuntos.
Indicó que esta tradición es conocida y practicada por los jóvenes de la comunidad, ya que incluso se realizan concursos o actividades escolares en los que las ofrendas colgantes son colocadas como parte de la cultura de este lugar indígena.
Esta ofrenda se coloca durante la noche del 31 de octubre, se renueva al mediodía del 1 de noviembre y permanece hasta el día 2 de noviembre, día en el que la flor, las ceras y algunos productos se llevan al panteón.