La agrupación hizo elecciones, un tiempo para el proselitismo entre los colegas y quedamos dos candidatos: el siempre bien recordado José Luis Rojas Meraz y el que escribe. Al final ganamos y “El Negro” Rojas fue secretario general. Lo primero era capacitarse, realizar talleres, consolidar lo que se vislumbraba para el periodismo local que venía de tiempos complicados con el represor Armando León Bejarano. Paco Guerrero Garro y Hugo Calderón eran de los principales impulsores. Un personaje especial puso el grito, como siempre, era Carlos Reynaldos, que asistía en una especie de oyente, porque venía de Grandes Ligas, de ser reportero de Excélsior, fundador de Proceso y jefe de corresponsales de unomásuno: “Ah qué Morelitos, llegan a Tres Marías y se asustan y vienen de regreso. Vayan al DF, yo los llevo y tocamos puertas con colegas de renombre, que enriquezcan este movimiento!”, sentenció. Y la opinión de Reynaldos siempre ha válido, es un hombre que sabe, al que hay que agarrarlo con la palabra exacta en el momento justo.
Va. En proceso con don Julio Scherer que antes de recibirnos atendió a Carlos en privado, tardaron más de media hora y luego fue amable con la comitiva. “No puedo ir muchachos, porque si acudo a Cuernavaca, tendré que aceptar invitaciones que me hacen de otros lugares y no sería justo. Pero ahí está un periodista de excepción, Rafael Rodríguez Castañeda, el jefe de redacción. Es muy bueno”. El señor Scherer un tipazo. Hablamos con Rafael –es hoy el director general de la prestigiada revista— y con gusto inauguró una serie de conferencias, que serían en el salón de rectores de la Máxima Casa de Estudios de Morelos, con la ayuda invaluable del tocayazo Javier Hernández Ruiz, un hombre que siempre atendió a la Vanguardia y quienes la integrábamos, además a nuestros conferencistas.
En efecto, Carlos nos llevó a unomásuno, no entró pero antes habló con Miguel Ángel Granados Chapa, subdirector, columnista de gran nivel, que vino con gusto y nos acercó más con Manuel Buendía. “No se preocupen si les pone cara de diablo, parece un demonio, pero tiene un corazón enorme”, se refirió a don Manuel con mucho cariño, entre bromas. A ellos dos quien escribe los conocía ya, a través de la Unión de Periodistas Democráticos, la UPD controvertida que mezclaba reporteros y columnistas, periodistas de oficio, con articulistas venidos o metidos en la política que tenían los mismos derechos de votar y ser votados, por ello personajes como Eduardo Valle “El Búho” del lado de ellos y Granados Chapa, Bulmaro Castellanos “Magú” y Elías Chávez del lado de nosotros, fueron de los dirigentes.
Había “dos carriles”, el de la entrada del lado derecho que eran donde se sentaban Heberto Castillo, Rosario Ibarra de Piedra, Fernando Pineda Menes “El Búho”, don Manuel Marcue Pardiñas, Pedro Peñaloza y el de la izquierda recibía a don Francisco Martínez de la Vega, a Manuel Buendía, a Miguel Ángel Granados Chapa, a Magú, a Elías Chávez, a Teresa Gil, a José Luis Camacho. A Mayza Moya, al querido y casi yucateco Efrén, a Alejandro Arvizú.
Llegamos al 13 de abril de 1983 y Manuel Buendía se acomodó en un hotel reconocido. Hombre discreto, sencillo, pedía manzanita –y cuando lo vimos beber era cuando mucho dos vasos de vino-, pero no soltaba sus Benson dorados, de esos largotes que parecen interminables. Hugo Calderón se encargó de trasladarlo a la Universidad, nos adelantamos. Las invitaciones eran públicas, no se personalizó. Buendía era el periodista del momento y no faltaban los oportunistas, sobre todo políticos, y abrimos un capítulo corto que dibuja lo que anotamos arriba:
El entonces presidente municipal Sergio Figueroa Campos, persona decente, seria, tuvo el detalle de enviar al diario donde estábamos –se llamaba Opción y era pequeñito. Menos de tabloide- un enorme arreglo floral con aves de paraíso como fuerte. Con una tarjeta con sus saludos para Manuel Buendía. Nos colocó en un dilema, porque conociendo a don Manuel lo menos que nos iba a enviar era muy lejos. Era cumpleaños nueve de una de las hijas del columnista, Gabriela, y le quitamos la tarjeta del edil, colocamos una del subdirector del Opción y le pusimos unas frases cariñosas a la niña. Podemos comentarle hoy a don Sergio, que sus flores fueron apreciadísimas, duraron mucho tiempo en diversos lugares de la casa familiar. Tiempo después se lo comentamos a Buendía y preguntó el tamaño del arreglo y si estaba bonito. “Qué dijo tu hijita”, preguntó y le contestamos que se puso feliz pero prefería unos juguetes. “Muy bien, me debes unas flores”, y se rió el michoacano nacido en Angangueo, localidad del municipio de Zitácuaro.
Vimos llegar el Mustang gris de don Manuel, con él venían Hugo y Virgilio Caballero, amigazo del michoacano, cuando nos avisaban que a unos metros llegaba el gobernador Lauro Ortega y su comitiva. ¿Quién lo invitó? ¡Nos va a echar a perder la conferencia, los políticos siempre se aprovechan!, era el comentario. Abordamos a Buendía, le explicamos que no invitamos personalmente a nadie, que se hizo a través de los medios que nos ayudaron, que ahí estaba Don Lauro, que si gustaba nos trasladábamos a otro sitio. Y contestó: “¿Qué tiene de malo si viene? Es uno más”. Bueno. Muy nerviosos, novatos, chamacos de menos de 30 años la mayoría, imaginábamos que Ortega, acostumbrado, se iba a sentar en uno de los tres lugares asignados en la mesa. Al llegar a las espaldas del Salón de Rectores, se acercó alguien para que pasáramos a la oficina del rector Fausto Gutiérrez Aragón “porque ahí estaba el gobernador”. Buendía volteó hacia un servidor y lanzó fuego con la mirada y un frío: “¿Quieres ir?”. No. “Entonces, comencemos tal como quedó dispuesto”, agregó. Él en medio y a sus costados el rector y el presidente de la Vanguardia.
Entre saludos y presentaciones con colegas, cuando entramos al salón ya estaba ahí, en medio, don Lauro y sus ayudantes cerca. Un relámpago buendiesco: “¡Bájalo!”. Le pedimos al gobernador que nos ayudara, que su lugar estaba allá, en la primera fila. Y Buendía, acostumbrado a estas lides, soltó un “dónde estaba el rector”. Lo señalamos, abajo, cerca de Ortega, “¡Qué suba, él va aquí!”, y le dijo con cortesía: “Señor rector, somos sus invitados, estamos en su casa, por favor acompáñenos”. Lo solicitamos a un amable Fausto Gutiérrez. Se negó y pedía que fuera el gobernador Ortega el que nos acompañara. Un silencio con nerviosismo entre los vanguardistas que Buendía, en el momento preciso, rompió: “Dile que se suba”. Y le solicitamos al gobernador, nos acompañara. Pasó ante un servidor con una mirada dura. A Buendía lo saludó como lo hacen los políticos: efusivamente. Don Manuel le correspondió con discreción.
Y empezó la función. Decían Virgilio Caballero e Iván Restrepo, amigos de Buendía, que fue una de las mejores exposiciones que hizo. Magistral, se escuchaba entre los asistentes. Hubo detalles con personajes locales que trataron de aprovechar el momento y cuestionar a un reconocido periodista que, hábil y punzante, los hacía cachitos.
Al término, tras agradecer a Buendía su visita a Morelos, el gobernador se dirigió directo hacia su servidor: “Gracias Jaramillo, por invitarme”. Y veloz la respuesta con un Buendía midiendo el terreno: “Doctor, nos hubiese gustado a la Vanguardia hacerlo personalmente, no pudimos que fuera así. Qué bueno que lee usted los periódicos y escucha la radio, de lo contrario ni se entera que nuestro amigo estaría aquí”. Hizo una leve mueca pero se notaba satisfecho. Se sentó donde quería. Y Buendía comentaría durante la cena: “buen pase, joven Jaramillo, buen pase”.
El mes próximo, el 30 de mayo, don Manuel Buendía Tellezgirón cumple 28 años que lo mataron, se suponía que fue la administración del recién ido Miguel de la Madrid, el secretario de Gobernación era Manuel Bartlet Díaz y el de la Federal de Seguridad José Antonio Zorilla Pérez. En 1999 fue aprehendido Zorrilla, lo liberaron hace año y medio y lo volvieron a capturar. Él y otros agentes de su corporación son a 28 años de distancia, los presuntos culpables. Habrá oportunidad, si el lector apreciado lo permite, de comentar algunas otras cosas que ligan a los periodistas con los políticos y al revés. Hoy, para veteranos como el que escribe, los políticos han sido rebasados y muchos colegas guardan su arsenal. No es igual cuando los de enfrente no entienden.