La elección principal, digamos la de presidente de la república o de gobernador, tienen la mayor presencia mediática en los medios nacionales y locales. Y de ahí hacia abajo. Y tienen que ser maquinarias aceitadas, disciplinadamente manejadas, y con suficiente combustible para qué no se detenga en ningún tramo del camino hacia el final, el de la victoria. Las elecciones se ganan así: con estructura que se toma de bases sólidas, que van armando un andamiaje hacia arriba desde su propia organización, para pasar a la siguiente fase; la de los órganos electorales, bien embalada. Aquí, contar con la capacidad humana numérica necesaria, para cubrir cada sitio que les corresponda. Desde ahí se observa qué partidos hacen un manejo serio y cuáles no cuentan ni siquiera con la base para cubrir las casillas.
Los candidatos para: síndico, regidor, presidente municipal, diputado local, diputado federal, senador, gobernador o presidente del país, si no tiene lo elemental, o juega, o no sabe nada o le apuesta a los milagros, inexistentes, aunque la política en lo general ha dejado de producir talentos. Volvemos al tema de la estructura: quienes cuenten con ella en cada lugar, va a ver de gorra la elección, porque sólo va a cuidar lo realizado con profesionalismo y seriedad. El que no, los resultados acusarán. El otro punto que es importante pero no determinante: la propaganda en los medios de comunicación y la estrategia de los “cuartos de guerra” para despedazar a sus rivales. Una cosa es lo que aparezcan y el ruido que hagan, y otra el reflejo en la base social. Estructuras, estructuras. Por ello, los invitamos a que revisen qué partidos y cuántos candidatos están trabajando en la estructura. Y ponemos un ejemplo que es matemático y claro: Cuernavaca la gana el candidato y partido que logre colocar un promedio de 120 votos por casilla electoral, no importa si en una alcanza 70 y en otra 200, el tema es que el promedio sea de 120.
¿Sencillo? No es complicado, pero se trata de trabajo. A saber quién lo hace…
Políticamente invertebrados
Un candidato, cualquiera, debe conocer lo elemental del lugar que disputa. En el programa televisivo “Quien Resulte Responsable” que conducen Chucho Castillo y Federico Mayorga, este pasado sábado era entrevistado Julio Yáñez, candidato del PSD al gobierno del Estado. Como muchos, tiene la fórmula para transformar Morelos, se escuda en el eslogan de moda –que ojalá lo apliquen en los hechos con talento—que es el momento de los jóvenes, pero hace mal las cuentas de lo inmediato. Apenas en su propia construcción, Julio Yáñez puede vacilar con los que también juegan a la política, pero no a los de medio pelo para arriba, que los hay.
Hablábamos de temas elementales, uno de estos son los adversarios en la grana electoral, por lo que le preguntaron los entrevistadores. Dijo lo que todos, pero llamó la atención una imprecisión que puede ser medianía para cualquiera, pero impermisible para un candidato a ser gobernador. Fue sobre Adrián Rivera Pérez, el candidato del Partido Acción Nacional, del que dijo conocer poco, “porque cuando él terminaba como presidente municipal, yo salía de la secundaria”. Antes, Yáñez dijo tener una carrera universitaria, contar con 33 años, así que tuvo que salir de la secundaria hace unos 18 años, y “El Cuadrado de Basoco” hace menos de nueve años que dejó el ayuntamiento de Cuernavaca, así que el joven Julio tenía entre 24 y 25 años. ¿Dónde andaba en esa edad que es justo la plataforma de definiciones para muchos seres humanos? Su desconocimiento sobre Rivera Pérez indica que aquí, en Morelos, no hacía ronda. O se dedicaba a otra cosa. El programa se agotaba pero notamos como Castillo sobre todo, tenía ganas de precisarle que sus cuentas no cuadraban. A cada rato hablamos de la improvisación, eso nos pareció Julio Yáñez, porque si no conoce lo elemental, su juventud es un buen pretexto para que admita errores y que exija que sea tiempo “para los jóvenes”. Pero preparados, no como lo advertimos desde hace tiempo, en la búsqueda que la franquicia—partido siga en manos de un clan familiar y que vivan los negocios, como las casas de empeño.
Seguro que el columnista no debiera tratar estos temas que parecerán triviales, menos cuando el PSD lo que lucha es por su registro para la manutención de un pequeño grupo, pero el más modesto candidato debe conocer la elemental historia de la vida política de Morelos, cuando menos de los últimos 25 años. Y si ni eso, son cuento.
Por cierto, hubo un dato interesante en el que Yáñez se manejó indignado: denunció que gente de otro partido llegó a su casa de campaña el día que arrancaba, y ofrecieron 300 pesos –o algo así—a su gente. Eran alrededor de 200. Se fueron como 40 porque él y el PSD les pagan 150 pesos. “Lo bueno que saqué es que ya conozco quiénes son leales conmigo”. Ajá. Lealtad pagando. Otra falla elemental que no permite la política, y no hablamos de chicanadas y acarreos, históricos y comunes, sino el de ser iluso. Eso, nada más y nada menos.
Las ocurrencias, las improvisaciones, las vaciladas de la política que no es política, sino aquello que dijimos atrás: ocurrencias, vaciladas, improvisaciones.