“La tierra tiene lo suficiente
para satisfacer las necesidades de todos, pero
no las ambiciones de unos cuantos”.
-Mahatma Gandhi-
Soy de la generación del sesenta y uno. Cuando era niño, Cuernavaca era una comunidad tranquila. Vivía en la calle de Degollado en el centro de la ciudad. Estudié en el jardín de niños “Resurgimiento”, en el parque Revolución, y luego estudié el primer año en la primaria Benito Juárez García. Una de las cosas que conserva mi memoria con mucha alegría era cuando acompañaba a mi madre al mercado Adolfo López Mateos. Era toda una ceremonia porque se preparaban las canastas y las bolsas para ir al “mandado”. Conforme comprábamos las cosas se iban llenando las canastas y si faltaba espacio, sacábamos las bolsas tejidas con hilos de plástico. Parecía un safari. Mi madre adelante y yo y otros chicos que se alquilaban para ese fin, íbamos cargando las cosas del mandado siguiendo las órdenes de mi madre. Era toda una aventura ir de compras al mercado. Por un lado las especias y los moles junto con las cosas de brujería y esoterismo. Por otro lado las pollerías, más allá las carnicerías y más arriba las fruterías. Justo cuando entrábamos se encontraba el altar a la virgen de Guadalupe y mi madre y yo hacíamos la reverencia acostumbrada y me “persinaba” (tiempo después descubrí que la palabra correcta era “persignar”. A veces le pedía a mi mamá que me llevara a la zona de juguetes para ver si me gustaba algo. Eran juguetes sencillos pero juguetes que me hacían imaginarme muchas cosas. La aventura del mercado culminaba con la pregunta de mi jefecita chula: ¿tienes hambre? Obviamente siempre respondía afirmativamente y nos íbamos raudos y veloces a los puestos de carnitas para comer unos deliciosos tacos. La vida era sencilla. Muy simple. Hermosamente simple.
Pasó el tiempo y se establecieron los primeros supermercados en nuestra comunidad. Las cosas comenzaron a cambiar. Mucha gente cambió sus costumbres. Era más cómodo ir al súper. Había aire acondicionado, todo en sólo lugar y muy limpio. Carritos para pasar entre los estantes y, al final, pagar en la caja. Y no había necesidad de llevar tus canastas porque todo te lo daban en bolsas de plástico… sin pensar en todas las consecuencias que esto le traería a nuestra madre Tierra.
Somos los culpables de todo lo que pasa en el planeta. Pero más que nosotros, los culpables son los gobiernos que han otorgado tantos y tantos permisos sin analizar el posible daño que vendría como consecuencia. Hemos causado deforestación, hemos acabado con especies animales, hemos estado agotando muchos recursos naturales. Hemos contaminado los mares y los ríos. Pero cuando digo “hemos”, en realidad quiero decir que son los gobiernos los que han estado atacando a nuestra madre Tierra. El grueso de la población no tenía idea de las consecuencias catastróficas que sólo el uso de las bolsas de plástico traería. Ahora que vemos las consecuencias, tenemos la obligación, ciudadanía y gobierno, de tomar las medidas necesarias para evitar la contaminación.
California es el primer estado de la Unión Americana que ha establecido leyes en las que se prohíbe el uso de bolsas de plástico. Ya existían estas leyes en algunos municipios pero ahora se extiende a todo el estado.
Jonas Edward Salk, investigador médico reconocido por su aporte a la vacuna contra la poliomielitis, alguna vez, ante la depredación humana dijo que si desaparecieran todos los insectos de la Tierra, en menos de cincuenta años desaparecería la vida. Y si todos los seres humanos de la tierra desaparecieran, en menos de cincuenta años todas las formas de vida florecerían.
Canadá, Irlanda y Australia también han tomado cartas en el asunto de prohibir el uso de bolsas de plástico de una sola vez. Así se les llama a las bolsas que dan en los comercios.
El estado de cosas actuales tiene que cambiar. Urge un nuevo paradigma, y ese paradigma, entre otros que hemos mencionado, se llama “derechos de la tierra”.
Evo Morales, presidente de Bolivia, promueve la “Declaración Universal de los Derechos de la madre Tierra, la cual promulga en octubre del dos mil doce en su país. En ella, se reconoce a la Tierra como un sistema viviente de derechos y se compromete a la comunidad a defender la ecología terrestre. Además, sostiene que
Este es un reto muy importante para los nuevos gobernantes. Nuevas políticas públicas en las que se incluyan los derechos de la madre Tierra para vivir mejor en comunidad y llegar a una cultura de la paz para el buen vivir.
Aquellos recuerdos de infancia de ir al mercado con nuestras propias canastas y bolsas tal vez se conviertan en “nuevas” política públicas como lo están haciendo en California.