“Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día.” -John Lennon-
Era un adolescente cuando leí una historia sobre un ermitaño que, cada vez que hablaba, llegaban muchas parejas de animales. Lo consideraban un hombre sabio. Por eso, cada vez que disertaba, los animales del bosque se acercaban, pues aprendían mucho. Un día se le ocurrió hablar del amor.
Al principio, los animales se animaron, pero mientras más hablaba se iba quedando solo. El ermitaño se sintió extrañado.
Al terminar de hablar sólo, quedaba una pareja de animales a quienes les preguntó porqué lo habían dejado solo. La respuesta fue contundente: Es que todos los animales se preguntaron cómo era posible que hablara del amor, si este hombre vivía solo en medio del bosque. No tenía pareja. Vivía aislado. ¿Cómo podía hablar de algo que desconocía?
Esta historia de Gibrán Jalil Gibrán me dejó marcado porque muchas veces hablamos de las cosas como si supiéramos de ellas cuando en realidad, no tenemos ni idea. Y esto aplica para todos aquellos que pretendemos ser maestros.
Gibrán también decía que “aquel que desee convertirse en maestro del hombre, debe empezar por enseñarse así mismo antes de enseñar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de que lo haga verbalmente. Pues aquel que se enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña y corrige a otros, eximiéndose a él mismo.”
En el caso de la educación, sea la familiar o la que recibimos en la escuela, conlleva muchos elementos. Hay quien marca la diferencia afirmando que la educación se enseña en la casa y que la escuela sirve para enseñar materias.
Sin embargo, como siempre he dicho, hay muchos padres que no tienen idea de cómo educar a sus hijos. Ellos enseñan a sus hijos lo que ellos mismos aprendieron. Por eso es muy importante que haya una comunicación muy estrecha entre maestros y padres de familia, sobre todo si un profesor detecta luz roja en el comportamiento de uno de sus estudiantes.
La empatía es el mejor recurso. Si me pongo en los zapatos de otro, es muy probable que comprenda lo que le sucede. Y si sé cómo puedo ayudarle, entonces hay que hacerlo.
Salvar a una persona de cualquier cosa mala que le suceda nos dará una satisfacción del deber cumplido.
Se dice que la capacidad para la empatía empieza a desarrollarse en la infancia.
Los padres son los que cubren las necesidades afectivas de los hijos y los que les enseñan no solo a expresar los propios sentimientos, sino también a descubrir y comprender los de los demás.
Si los padres no saben mostrar afecto y comprender lo que sienten y necesitan sus hijos, estos no aprenderán a expresar emociones propias y, por consecuencia, no sabrán interpretar y sentir las ajenas.
Por esa razón es fundamental una buena comunicación emocional en la familia desde el principio.
Obviamente, el ser empático no es privativo de los padres. Todos nosotros debemos desarrollar la capacidad para ser empático.
Estas son algunas de las herramientas para desarrollar dicha capacidad: Hay que escuchar con la mente abierta y sin prejuicios. Asimismo, hay que desarrollar la habilidad de descubrir, reconocer y recompensar las cualidades y logros de los demás.
Ponernos en los zapatos del otro nos permitirá saber lo que siente la otra persona.
Ponernos en el lugar del otro, sentir lo que los demás sienten, es un ejercicio de apertura al mundo que nos ayuda a vincularnos con la vida. Requiere movilizar nuestras propias emociones y dirigir una mirada más comprensiva a nuestro interior. Así mejoramos la forma en que nos relacionamos hacia dentro y hacia fuera.
También, la empatía es el sostén del sentimiento ecológico que nos sumerge en aquello de lo que formamos parte, la naturaleza.
En estos tiempos tan convulsionados, pareciera que la empatía ha desparecido. La gente en lugar de ayudar en un problema, lo que hacen es sacar su celular y comenzar a filmar lo que está sucediendo para subirlo a las redes.
Dejemos los celulares a un lado y apoyemos a quien nos necesita.
Esto nos llevará a que comprendamos el significado del amor, porque éste no se puede desarrollar en la soledad.
Y además no vives solo, aislado como lo cuenta la historia del principio. Todos vamos juntos en el mismo barco.