“Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado.” -Thomas Jefferson-
El viaje comienza a partir de nuestro nacimiento. Uno comienza a abrir los ojos, la mente, los sentidos, y emprendemos el viaje al aprendizaje. Conforme pasa el tiempo vamos aprendiendo cosas. A ser empáticos o a ser egoístas, a comprender a los demás o a centrarnos en lo que nos importa personalmente.
En el viaje aprendemos a amar o a odiar. Aprendemos a llevar la vida. A veces erróneamente, por todo lo que aprendimos en el viaje de la vida. Y luego… nos detenemos.
Pareciera que la vida se estancara. Pero eso no es verdad. La vida no se detiene. Nosotros somos los que no queremos seguir.
Por eso es importante continuar el viaje. Y por eso es esencial mantener los sueños. Los sueños nos dan alas para buscar un mundo mejor. Para buscar alternativas de buen vivir.
El viaje estuvo muy tranquilo. Pequeñas turbulencias hubo, pero no fue nada. Descendimos del avión, y la vida parecía más tranquila.
Nos abordó un taxista que nos dijo podía llevarnos a dónde íbamos por el precio de un boleto de autobús. No podía creerlo. Acostumbrado a que aquí nos quieren cobrar las perlas de la virgen. Llegamos. Inmediatamente nos fuimos a caminar para conocer el lugar.
Me llamaron la atención las carretas con comida. Tacos de mariscos. Todas las combinaciones que quisiera, y la gente haciendo fila para ser atendidos. Cero agandalle. Todo delicioso. También me sorprendió lo amable de la gente.
En las calles los vehículos se detenían para dar el paso a los peatones. Se detenían en los cruceros y pasaban de uno por uno. En el malecón había un escenario. Un clown hacía reír a la gente haciéndola creer que la vida era eso, sólo alegría.
La gente caminaba en cualquier lugar y a cualquier hora sin sentirse preocupada por acciones violentas. Esa noche soñé con Cuernavaca. Mi ciudad.
La gente vivía con respeto y con orden. Los maestros enseñaban muchas cosas. No solamente materias escolares. Enseñaban valores. Enseñaban a convivir con los demás siempre poniendo el límite del respeto para los otros.
Las familias vivían en abundancia. Los padres de familia tenían trabajo y vivienda digna. Sus hijos eran amados y respetados.
Los policías cumplían con su función. Protegían a la gente y eran respetados por todos porque ellos significaban la paz. Porque ellos significaban el respeto y el orden.
Los políticos daban su vida por tener un mejor sistema social. Mejores formas de vida. En el congreso había placas en las paredes con frases célebres como: “La mejor política en un Estado estriba en enseñar a los ciudadanos la manera de educar bien a la familia”. Quilón; o “si un gobernante no rectifica su propia conducta, ¿cómo puede rectificar la de otros? Confucio. Pero la que más me gustó fue la de “el que no hace algo por la ciudad en que vive, no merece vivir en ella”. John F Kennedy.
Sin embargo, la que más llamó mi atención fue esta: “el hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el pase a los indignos”. Epicteto.
Cuando desperté, sentí un orgullo enorme de mi comunidad. Sentí que Cuernavaca, mi estado de Morelos era el lugar más decoroso y hermoso para vivir. Una comunidad con orden, con respeto, con dignidad, con justicia.
El viaje me animó mucho. Es bueno despegarse de lo que tenemos cotidianamente para tener otro ángulo de visión. Nos hacen falta muchas cosas en nuestro estado, es verdad.
Y, sin embargo, el viaje me hizo renovar los sueños de búsqueda de una mejor manera de vivir en comunidad y también de lograr un status económico digno para nuestra gente porque: “El secreto para hallar la felicidad, es el cumplimiento del deber, y éste no se cumple sin trabajo”. Balmes.
(Todas las frases célebres aquí plasmadas, excepto la del epígrafe, se encuentran en las paredes del emblemático hotel Riviera en Ensenada).