“El que tiene que ser diferente eres tú, no el año.”
Mafalda.
Cuando era un adolescente, y desde entonces, hasta hace algunos años, cada que se acababa un año, enviaba una carta a mis amigas y amigos con antelación, pidiéndoles que la abrieran y leyeran el último día del año. Solos o en su reunión familiar. Esa carta decía algo así como: esta es la última noche del año. Es el momento de repasar tu libro. Léelo. Escribiste muchas cosas hermosas. Cosas que enaltecieron tu corazón y te hicieron sentirte contento contigo mismo. Orgulloso de haberlas realizado. Pero también hay páginas que desearías no haberlas escrito. Seguramente hiciste daño a algunas personas, o actuaste de formas impropias que no corresponden a tu esencia. Pero las hiciste. Y por más que quisieras borrarlo, ya está hecho. Si quieres llorar, llora para desahogarte, pero no puedes deshacer esas páginas. No puedes romperlas. Son parte de tu historia.
Pero esta última noche del año, Dios te regalará un nuevo libro con 365 hojas en blanco. En él podrás escribir lo que desees. Eres tú quien decide lo que va a escribir. Si quieres que sea maravilloso, tendrás que pensar muy bien lo que vas a realizar en tu día a día. Y si quieres que haya cosas de las que no quieres hacerte responsable o no te importan, entonces actúa en automático.
La idea era que reflexionáramos sobre lo que habíamos hecho. Y, pensar que, al día siguiente, primer día del año nuevo, podría ser diferente y tratar de ser mejor. Pensar que tengo todas las herramientas necesarias para comenzar el nuevo ciclo de una mejor manera más proactiva y no reactiva. Más positiva y entusiasta, en lugar de negativa. Pensar en los demás. Y no solamente en mí.
Dejé de enviar esa carta con el advenimiento de las nuevas tecnologías. La gente prefirió el email al envío de cartas físicas y escritas a mano. Dejamos de enviar cartas y, por tanto, dejamos de enviar tarjetas de Navidad. De hecho, actualmente, ya nadie escribe cartas. Excepto algunos locos como yo que todavía lo hacemos. Por cierto, debo mencionar que guardo cartas todavía que me hacen regresar a esos tiempos hermosos en que en ellas derramábamos sentimientos y lágrimas por la ausencia, así como por lo que nos hacía felices.
Antes, mis visitas a la oficina de correos eran frecuentes. Tenía un apartado postal en el que esperaba la llegada de cartas de las amigas y amigos tanto mexicanos como de los que había conocido en los países donde tuve la fortuna de haber vivido, las felicitaciones de sus tarjetas navideñas. En fin... Y debo confesar, que el mejor regalo que alguien me puede dar, es una carta escrita a mano (Bueno, está bien, puede ser hecha en la compu.) en la que me digan sus emociones y sentimientos.
Y así como dejamos de escribir cartas y enviarlas por el Servicio Postal Mexicano, muchas cosas han cambiado. La música ha cambiado, la forma de comportarse, los “valores”, han cambiado, el amor ha cambiado, la forma de ver la vida, en general, ha cambiado.
Soy de una generación que pertenece a la mitad del siglo pasado para acá. Ahora bailo entre la soledad y los sueños por cumplir, como dice el “blues de la tercera edad” del Maestro Miguel Ríos. Y sigue sonando el mismo mantra: No hay que rendirse jamás. La tristeza no pasará. Estamos hechos de una madera diferente preciosa y dura de tallar. Pero logramos moldearnos y aquí estamos para apoyar a los que vienen detrás de nosotros.
Somos los pilares de estas nuevas generaciones. Nosotros pasamos guerrillas en nuestro país, Tlatelolco 68, la represión del 71, luchamos por la libertad de expresión, vivimos el nacimiento de la minifalda y el feminismo, guerras en diferentes países. Somos la generación rebelde. Comenzamos los cambios tecnológicos. Somos el puente que une el pasado con el futuro que ahora es presente.
Somos la generación de los “baby boomers”, los nacidos entre 1946 y 1964. Llamados así porque se dio un “boom” de natalidad en esos años, después de la segunda guerra mundial. Y actualmente somo el 15 por ciento de la población mundial.
Y este artículo tiene la finalidad de decirles a las nuevas generaciones que no decaigan. Esto que estamos viviendo, y hablo de la pandemia que nos tocó vivir, no nos podrá detener. Es verdad que hay desasosiego e incertidumbre. Es verdad que parece que no se va a acabar, leo el índice de suicidios, y la mayoría son de jóvenes que han perdido la esperanza. Repitan el mantra que repetimos nosotros: No hay que rendirse jamás. La tristeza no pasará.
Vienen tiempos mejores. Sé que se han ido muchas personas por esta pandemia y muchas de ellas se fueron por el miedo, porque se rindieron antes de tiempo. Sin embargo, en este libro que te entregarán el último día del año no hay nada escrito. Podemos comenzar a escribirlo con palabras positivas, llenas de entusiasmo para iniciar esta nueva aventura en la que podemos cambiar lo que hubiéramos querido cambiar en este año que se nos está acabando.
Y nada mejor para comenzar la nueva aventura que estos fragmentos de un poema de Mario Benedetti: No te rindas, aún estás a tiempo/de alcanzar y comenzar de nuevo. /Aceptar tus sombras. /Enterrar tus miedos. /Liberar el lastre. /Retomar el vuelo. /No te rindas, que la vida es eso. /Continuar el viaje. /Perseguir tus sueños. /Destrabar el tiempo. /Correr los escombros. /Y destapar el cielo.
Feliz año nuevo 2021
P.D. (Tal vez, las nuevas generaciones no entiendan estas dos iniciales) Si alguno de mis viejos amigos o amigas tiene esa carta que solía enviar, le pido me la reenvíe para reflexionar el último día del año que se va y comenzar con nuevas energías el año que comienza.