"Envejecer es como escalar una gran montaña:
mientras se sube las fuerzas disminuyen,
pero la mirada es más libre,
la vista más amplia y serena.”
Ingmar Bergman
Estimadas lectoras y lectores, yo pensé que el tema de la tercera edad o de los adultos mayores, como se dice ahora, sería como cualquier otro tema de los que he publicado. Sin embargo, no sólo he recibido comentarios, sino hasta encuentros para tomar un café y hablar del tema. Y por lo visto, es tan serio que tiene varias aristas que tratar y reflexionar. Yo mismo recordé cosas y temas que viví, pero que habían quedado enterrados en las arenas del olvido.
Recuerdo mi niñez y veo la forma en que vivíamos con tanta libertad y también la cantidad de niñas y niños que andábamos jugando en la calle sin que nuestros padres se preocuparan por nosotros. Yo vivía en la colonia del Empleado, en Cuernavaca. Fabricábamos papalotes y luego nos íbamos al “cerrito” para hacerlos volar, y si vieran la cantidad de niños, sobre todo, era impresionante vernos corriendo y disfrutando de la vida. De ahí nos íbamos al “ojito de agua", ese que ahora está cerca de esta casa editorial, y nos metíamos a nadar. No sólo había cangrejos, también había pececitos. ¡Esa era la vida! La familia estaba compuesta de los papás y muchos niños. En la familia de mi papá fueron como doce hijas e hijos, en la de mi madre fueron siete mujeres, y en la nuestra fuimos seis. Cinco hombres y una mujer.
Pero al llegar los años 70 comenzó una campaña publicitaria que me hizo pensar en el futuro del país. Decían ya éramos muchos y que debía cambiar el número de hijos en las familias. El slogan era “la familia pequeña vive mejor”. Y estoy seguro que si alguno/a de ustedes es de mi época, recordarán la tonada.
Y sí. Al paso del tiempo las familias se fueron haciendo cada vez más pequeñas. Actualmente hay familias que tienen dos hijos, muchas tienen sólo uno o una y otras tantas parejas ya no quieren tener descendencia. Y también hay mucha gente que ni siquiera piensa en el matrimonio.
Yo no había pensado mucho en el tema, pero, como algunos de ustedes saben, viví en Europa por dos años en la década de los 80, específicamente en Bélgica, y ahí fue donde me enfrenté a la triste realidad. En esos años no veía mucha gente joven en la calle. La mayoría de los matrimonios sólo tenían un hijo o hija, y algunas personas ya no tenían descendencia. Su cariño lo desbordaban con sus mascotas. Recuerdo que tuve una invitación a comer y, les doy mi palabra que, a la hora de sentarnos a la mesa, el perro tenía su lugar y comía con nosotros. No sé si esto fue algo excepcional, pero esa fue mi experiencia. Lo importante del caso, es que, al no tener descendencia, el amor y el cuidado era para las mascotas. También observé la organización para las necesidades fisiológicas de los perros. Los sacaban a pasear a la calle y en el camino, había una especie de glorietas pequeñas donde se detenían para que la mascota dejara ahí sus “regalitos”.
Y si analizamos lo que está pasando en nuestro país, también está sucediendo lo contado anteriormente. Hemos pasado de ser un país con gente joven a ser un país de gente adulta mayor.
El Inegi, en sus estadísticas a propósito del día internacional de las personas adultas mayores (1º de octubre), menciona que en 2020 residían en México 15.1 millones de personas de 60 años o más, que representan el 12 por ciento de la población total; en el país, por cada 100 niños o niñas con menos de 15 años hay 48 adultos mayores, y que 20% de las personas adultas mayores no cuentan con afiliación a una institución de servicio de salud.
En su edición del 8 de julio del año 2021, hace un año, la revista Forbes mencionaba que la proporción de jóvenes había decrecido y la de adultos mayores se había duplicado. Con información del Inegi, la revista destacó que de 1990 a 2020 la proporción de niños cayó de 38 al 25 por ciento y la de jóvenes de 15 a 29 años decreció de 29 al 25 por ciento.
Esto significa que con el paso del tiempo nuestro país tendrá una población muy alta de adultos mayores, por lo que es urgente que el tema de la vejez se tome más en serio por las autoridades y, si no lo hacen, nosotros, la sociedad civil, tenemos que empujar para que se hagan políticas públicas adecuadas que se implementen de inmediato para esta población que cada vez es mayor.
Se necesitan servicios de salud adecuados, fuentes de trabajo dignas, servicio de transporte adecuado, turismo de salud, integración social. Es obvio que el desplazamiento en la calle se hace más difícil; se necesitan apoyos para gestionar trámites burocráticos, asesoría jurídica, necesitan asistencia, instalaciones sociales, ayuda a domicilio, servicios de alojamiento y residencias accesibles, apoyo al ocio y tiempo libre que es fundamental para el adulto mayor y para quienes tienen alguna discapacidad, y, en cuanto a recursos económicos, es fundamental la independencia económica, la cuantía de sus pensiones, la situación económica familiar, nuevos puestos de trabajo y alternativas ocupacionales.
Es urgente crear una serie de investigaciones sobre el envejecimiento que forme parte de la agenda política de los gobiernos y que políticas públicas adecuadas sean implementadas a la brevedad para dar solución a este tema.
Y aunque no lo crean todos llegaremos a esa etapa de nuestra vida, porque recordemos que dentro de un joven está esperando un viejo. Y por eso tenemos que estar preparados. De lo contrario, con los jóvenes de ahora pasará lo que reza el viejo dicho: a juventud ociosa, vejez trabajosa.